miércoles, 6 de abril de 2016

Ál menos, que tengan su merecido.

¿Tienes disponibilidad de incorporación inmediata?” decía el cuestionario de aquella oferta de trabajo. “Sí”, respondió nuestro protagonista. “¿Por qué te interesa esta oferta?”, era la siguiente pregunta. Huy, es la oferta de mis sueños -pensaba sarcásticamente Fran-, un puesto de teleoperador de fidelización lejos de mi casa casi diez horas por día pagadas a sueldo esclavista es lo que siempre soñé. Pero se mordió metafóricamente la lengua y escribió: “Se ajusta a mi experiencia”. “¿Te consideras un buen trabajador en equipo?”, proseguía la sarta de memeces-preguntas. No, pego a mis compañeros de trabajo y me niego a cualquier cosa que me pidan, le sugerían sus pensamientos con tono de sarcasmo, pero contestó: “Claro, creo que la relación con los compañeros es lo mejor de un trabajo.” Nuestro protagonista empezaba ya a perder la calma, ya que para semejante engorro en forma de empleo, le preguntaban como si fuera a ser neurocirujano. Pero las tres últimas preguntas se llevaban la palma: “¿Qué crees que puedes aportar al puesto?” “¿Por qué eres la persona indicada para este trabajo?” “¿Cuanto esperas cobrar?” Esta última era especialmente irritante, pues la oferta anunciaba que se pagaban 800 euros. De modo que nuestro protagonista acabó perdiendo la paciencia. ¿No recomiendan siempre los memos que dan consejos para entrevistas de trabajo sinceridad? Pues esos psicólogos de pacotilla que jamás han pisado una sala de entrevistas y sí platós de televisión donde por decir chorradas les pagan iban a quedar satisfechos. “¿Qué crees que puedes aportar al puesto?” decía la primera de esas preguntas. Pues seamos sinceros: “Un poco de inteligencia, que visto lo que preguntan en sus cuestionarios escasea en su empresa, ya que no ven que es una oferta tan rematadamente mala como esta la que debería aportarme algo a mí, cosa que no hace.” “¿Por qué eres la persona indicada para este trabajo?” preguntaban a continuación. Pues digámoslo, pensó Fran. “Porque supero de largo la capacidad de inventiva y de pensamiento de toda su empresa incluida la persona que redacta estas preguntas y la que cree que es necesaria tal batería de memeces para un puesto de tan poca cualificación”. Y abordando la última: “¿Cuánto esperas cobrar?” “Esperar, lo que pone en la oferta, 800 euros, pero si lo que insinúa cuánto creo que podría cobrar, pues en un mundo ideal diez veces más que toda la junta directiva de su chiringuito de venta telefónica, especialmente del hijo de papá que a buen seguro es el que lo ha montado.” Dio a enviar y se sintió de puta madre. No tendría el curro, pero al menos había dicho lo que pensaba. Era la vez que le había resultado más gratificante una búsqueda de empleo, ni siquiera las veces que había resultado contratado se vio tan realizado. Sabía que no siempre podría hacerlo mientras no encontrase una fuente de ingresos, pero aquella vez, particularmente larga e irritante, sus interlocutores laborales lo merecían.

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