“¿Tienes
disponibilidad de incorporación inmediata?” decía el cuestionario
de aquella oferta de trabajo. “Sí”, respondió nuestro
protagonista. “¿Por qué te interesa esta oferta?”, era la
siguiente pregunta. Huy, es la oferta de mis sueños -pensaba
sarcásticamente Fran-, un puesto de teleoperador de fidelización
lejos de mi casa casi diez horas por día pagadas a sueldo esclavista
es lo que siempre soñé. Pero se mordió metafóricamente la lengua
y escribió: “Se ajusta a mi experiencia”. “¿Te consideras un
buen trabajador en equipo?”, proseguía la sarta de
memeces-preguntas. No, pego a mis compañeros de trabajo y me niego a
cualquier cosa que me pidan, le sugerían sus pensamientos con tono
de sarcasmo, pero contestó: “Claro, creo que la relación con los
compañeros es lo mejor de un trabajo.” Nuestro protagonista
empezaba ya a perder la calma, ya que para semejante engorro en forma
de empleo, le preguntaban como si fuera a ser neurocirujano. Pero las
tres últimas preguntas se llevaban la palma: “¿Qué crees que
puedes aportar al puesto?” “¿Por qué eres la persona indicada
para este trabajo?” “¿Cuanto esperas cobrar?” Esta última era
especialmente irritante, pues la oferta anunciaba que se pagaban 800
euros. De modo que nuestro protagonista acabó perdiendo la
paciencia. ¿No recomiendan siempre los memos que dan consejos para
entrevistas de trabajo sinceridad? Pues esos psicólogos de pacotilla
que jamás han pisado una sala de entrevistas y sí platós de
televisión donde por decir chorradas les pagan iban a quedar
satisfechos. “¿Qué crees que puedes aportar al puesto?” decía
la primera de esas preguntas. Pues seamos sinceros: “Un poco de
inteligencia, que visto lo que preguntan en sus cuestionarios escasea
en su empresa, ya que no ven que es una oferta tan rematadamente mala
como esta la que debería aportarme algo a mí, cosa que no hace.”
“¿Por qué eres la persona indicada para este trabajo?”
preguntaban a continuación. Pues digámoslo, pensó Fran. “Porque
supero de largo la capacidad de inventiva y de pensamiento de toda su
empresa incluida la persona que redacta estas preguntas y la que cree
que es necesaria tal batería de memeces para un puesto de tan poca
cualificación”. Y abordando la última: “¿Cuánto esperas
cobrar?” “Esperar, lo que pone en la oferta, 800 euros, pero si
lo que insinúa cuánto creo que podría cobrar, pues en un mundo
ideal diez veces más que toda la junta directiva de su chiringuito
de venta telefónica, especialmente del hijo de papá que a buen
seguro es el que lo ha montado.” Dio a enviar y se sintió de puta
madre. No tendría el curro, pero al menos había dicho lo que
pensaba. Era la vez que le había resultado más gratificante una
búsqueda de empleo, ni siquiera las veces que había resultado
contratado se vio tan realizado. Sabía que no siempre podría
hacerlo mientras no encontrase una fuente de ingresos, pero aquella
vez, particularmente larga e irritante, sus interlocutores laborales
lo merecían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario