sábado, 18 de mayo de 2024

El mejor metro del mundo

 


Un día más nuestro protagonista se dirigía a sus quehaceres habituales utilizando el Metro de Madrid.
Esperaba que por lo menos ese día el servicio se prestara con normalidad, algo que entre cortes de
energía, retrasos y averías comenzaba a ser una rareza. Cuando bajó al andén lo encontró lleno hasta
los topes de gente. Como seguramente conozca cualquier usuario del metro de Madrid, eso debía ser
producto de alguno de los inconvenientes antes mencionados que había provocado que se juntaran en
aquel pasillo los pasajeros de varias tandas de metro. Nuestro protagonista caminó por el borde de
la zona de espera evitando como podía a los usuarios allí reunidos. Se sentía incómodo entre tanta
gente y avanzó buscando un lugar más confortable en algún punto, aunque eso le obligó a moverse
caminando casi sobre un alambre en la zona del borde de las vías. Observando los carteles
electrónicos que anunciaban la llegada de un tren dentro de un minuto tener que moverse por
allí resultaba inquietante. Cuando las luces del convoy aparecieron en la estación nuestro
protagonista se internó como pudo en una zona del andén más alejada de las vías y se acomodó
a esperarlo. Se disculpó con otros pasajeros por haberlos empujado o rozado, pero era necesario
dado el evidente peligro de permaneces en su situción primigenia. Cuando por fin se encontró
metido en el vagón como una sardina en lata pensaba que eso ya era el colmo de lo que podía
tolerarse. Coger el metro en Madrid ya no era incómodo, sino hasta peligroso. Supuso que eso
tendría a todos los usuarios tan indignados como él, pero la conversación de algunos de sus
compañeros de vagón embutidos como ganado le sacó del engaño:

Pues suerte de esto, que el metro de Madrid es el mejor del mundo.


Nuestro protagonista discrepaba de tal afirmación. Es cierto que su experiencia en Londres ya
estaba lejana, pero el Metro de Madrid lo utilizaba a diario y tampoco lo recordaba en tal situación
de incomodidad. Sin embargo la opinión de esos usuarios estaba muy extendida. ¿Sería producto
de la publicidad o conocían de verdad otros suburbanos del mundo? En cualquier caso, la opinión
de Fran sobre el metro de Madrid no era en absoluto aquella que tanto repetían sus conciudadanos.



lunes, 13 de mayo de 2024

Manny Pacquiao Yordenis Ugás: un adiós deslucido.

 "No entiendo cómo uno de los rivales más fáciles que tenido me hizo eso"

(Manny Pacquiao, sobre su pelea con el cubano Yordenis Ugás) 

 

No tendría que haberse retirado de
este modo —comentó Juan Gordal
 viendo la que a la postre
 fue última pelea de Manny 
Pacquiao, la gran estrella filipina 
de los últimos tiempos del boxeo—. Ha
 sido de los mejores y se fue dando una impresión muy mala ante un tipo que luego ha demostrado 
que tampoco era ninguna maravilla.No me extraña que al Ugás este le llamen 54 milagros, porque tuvo una época en que todo le salió 
de cara —dijo nuestro protagonista.


Yordenis Ugás era uno

más de los magníficos

boxeadores que crea

la escuela cubana,

que había
desertado y acabado

en los Estados Unidos,

donde su carrera se

había mezclado en temas políticos
en la larga lucha entre su país natal y la gran potencia vecina. Ugás había acabado en la cárcel y
pasado muchas penalidades, pero una vez en suelo americano desarrolló una carrera aceptable, pero
tampoco nada del otro mundo. Sin embargo el cinturón WBA del peso welter llegó a sus manos al
perderlo Manny Pacquiao por pasar demasiado tiempo sin defenderlo en el ring. De modo que el
22 de agosto de 2021, ambos se subieron para zanjar la impresión generalizada de los aficionados
de que Ugás era un campeón como mínimo extraño. Pero en la pelea el cubano demostró su
superioridad ante un Pacquiao que dejó la sensación de que los años ya le pesaban. A base
simplemente de control y distancias, Ugás se llevó la pelea por decisión unánime y retuvo el
cinturón, que ahora nadie podía negarle haber ganado en el cuadrilátero.

A este lo cogieron los mafiosos del exilio de Miami y le hicieron una carrera, pero no era
 nadie. Aburre a las ovejas —dijo Juan GordalTodo lo contrario que Pacquiao, que casi siempre te hacía vibrar —comentó nuestro
 protagonista.Bueno, lo que más me duele, te digo, es que un boxeador de la talla de Pacquiao pierda con
 este bluff.Y luego no demostró tampoco mucho más.

Como siempre, este blog les ofrece la pelea entera para que la vean y saquen sus conclusiones.
¿Con quién les hubiera gustado ver retirarse al filipino?


Récord de Manny Pacquiao, aquí.

Récord, hasta la fecha, de Yordenis Ugás, aquí.


sábado, 11 de mayo de 2024

Un butronero llamado Francisco Gordal

 


Otra vez había llegado el momento. Renovar sus pantalones era una de las cosas que más
temía nuestro protagonista, ya que era incómodo y caro. Tocaba una tarde de ir a su
establecimiento de confianza a probarse pantalones y sacar unos 150 euros de su cuenta
para renovar su vestuario.

A lo mejor si no esperaras hasta que revienten todos no
 tendrías que hacer estos gastos —le
 recriminó Carolina Gordal.Pero es que ir a probarse pantalones es de lo que menos
 me gusta hacer. Ya sé que las mujeres
 no lo concebís, que a vosotras os gusta probaros ropa,
 pero a mí me causa una ansiedad e incomodidad que no alcanzo ni a explicar con palabras.

Por lo menos aquella vez el dinero lo había ganado el propio Fran, que recordaba la terrible
vergüenza que suponía pedir a otros miembros de su familia esa cantidad de billetes. Y sí, parecía
que estaba más delgado de lo que había estado hacía poco tiempo, por lo que la situación tenía
una pinta algo mejor que en otras ocasiones. Mientras bajó de sus casa pensaba nuestro
protagonista en si era realmente necesario y notando que aquellos pantalones, los
penúltimos que le quedaban empezaban a agujerearse por esa zona donde se rozan y suelen
reventar, pues sí, la respuesta era obvia. Con ese ánimo se encaminó al cajero y vio
el bajón que de una vez pegó en su cuenta, que tanto le costaba alimentar, al extraer
esa cantidad. Notaba ya los sudores fríos de la ansiedad que esa tarea le provocaba
siempre que la realizaba cuando empezó a animarse al acercarse a su establecimiento,
pensando que ya estaba hecho, y cuanto antes acabara antes se libraría de aquello. Sin
embargo al llegar le esperaba una mala sorpresa. La verja del establecimiento estaba
bajada y un cartel decía algo terrible para nuestro protagonista:

CERRADO POR TRASPASO
Nuestro protagonista empezó a hiperventilar penando dónde podría realizar esa tarea en adelante.
Parecía, se dijo, que no se trata de buscar pantalones, sino de buscar tienda. Y solo de pensarlo 
se sintió tan mal que volvió a casa sin los pantalones.Volver sin hacer las cosas es lamentable lo mires como lo mires —le dijo Juan Gordal.Pero... pero... pero... ¿Tú te das cuenta de lo que me espera? Buscar por toda la ciudad, guardar
 la pasta, volver...Creo que voy a asaltar el local a ver si todavía hay allí pantalones.Venga, te vas convertir en delincuente sólo para no buscar tienda.Pues asesino quizás no, pero butronero, me valdría la pena. 


miércoles, 1 de mayo de 2024

El día de la olla

 


Bajó nuestro protagonista a la calle con aquella enorme olla express vieja en inservible de la que
quería deshacerse. Llevaba una bolsa grande que iba arrastrando por todo el barrio y dándose con
ella en esquinas y coches aparcados.

Llévala con más cuidado —le decía Juan 
Gordal.Ya lo hago. A ver si llegamos al punto limpio 
y me deshago de ella.

Por la zona cercana a la boca de metro la calle

se estrechaba y se llenaba de gente. Nuestro
protagonista se las vio y se las deseó para no

dar un ollazo a nadie en tan reducido espacio.
Mientras otras dudas iban llegado a su cabeza:

Esto no es un electrodoméstico propiamente dicho pero irá en ese agujero del punto limpio
 ¿no?—preguntó.Yo creo que sí —le respondió Juan.Y cabrá por la abertura, porque es muy grande. No las tengo todas conmigo.Bueno, ya lo veremos. Tú céntrate en llevarlo bien.

Así llegaron los dos hermanos al parque, donde unos niños jugando a la pelota eran el último
obstáculo para llevar al contenedor aquel armatoste. Afortunadamente cupo por la apertura y Fran
respiró aliviado.

Bueno, hemos cumplido como buenos ciudadanos.Ha sido más complicado de lo que parecía.


Y cuando ambos hermanos ya se disponían a volver, apareció otro inconveniente. Una señora de
estas que no tienen nada que hacer se puso a hablarles:

No os toméis tanto trabajo, jóvenes. Yo he visto que luego ellos lo meten todo en el mismo sitio.
Uno va haciendo el trabajo de separar y reciclar y luego las autoridades se lo tiran. Y mirad vosotros
el tute que os habéis dado...

Fran aceleró para perder de vista a aquella mujer. Juan, por contra, pareció querer escucharla
por educación. No podía dejar así a su hermano. Tras diez minutos de cháchara pudieron escapar.

Bueno, creo que encima un “señoraexplaining” de estos era lo que nos faltaba para acabar la 
aventura —dijo nuestro protagonista.Yo sólo sé que como esta señora tenga razón, es para pegar a los del ayuntamiento —sentenció Juan.Bueno, pero otro día que hoy ya le he dedicado suficiente tiempo a esa olla. 


El trámite

 


Había llegado el momento decisivo. Aquel momento había sido esperado, pero también muy
temido por nuestro protagonista. Preparó la bolsa con el equipaje que iba a llevar a
esa misión, por llamarla de alguna manera. Mientras bajaba las escaleras de su casa
vinieron a su cabeza miles de pensamientos y arrepentimientos. No debió dejar que se
produjera aquella caída. Debió cuidar mejor aquel préstamo. No debió agarrarlo de esa
forma. No debería haber tardado tanto en afrontar las consecuencias... Pensamientos
que se iban intensificando a medida que se acercaba a su destino, donde todo había
empezado. Ahora debería encarar el castigo ante aquellas autoridades. Tampoco esperaba
sufrir ningún daño ni castigo grave, pero sí una reprimenda y una humillación molesta de
encajar. Al llegar a su punto de destino decidió que antes de encarar algo tan
desagradable se tomaría un trago al menos y bajó a aquel chino a por una tónica. Mientras
se la tomaba pensaba en lo agradable que era el sabor levemente amargo de aquella bebida
y lo desapacible que iba a ser el amargor de su castigo. Observó por última vez el
paquete que llevaba. Que si debía haber tenido más cuidado, que si debía haberlo agarrado
de otra forma. Los pensamientos que volvían una y otra vez en su cabeza. En la
escalinata de aquel edificio público la gente pasaba a llevar sus préstamos y a hacer
sus trámites. Todos lo realizaban de forma rápida y sin parar. Fran observó que algunos
ya miraban hacia él, y pensó que sería porque su comportamiento era ya extraño. No
quedaba otra, había que armarse de valor y entrar. Así que Fran subió las escaleras
del vestíbulo de la biblioteca con aquel cómic que se le había caído y consecuentemente
se le había medio desprendido una tapa. Lo entregó con una mezcla de vergüenza y
arrepentimiento, esperando una reprimenda desagradable. Pero el bibliotecario pasó el
libro por el scanner y simplemente le dijo:

Ya está devuelto, muchas gracias.

Fran respiró aliviado, preguntándose si realmente al bibliotecario no le había importado aquel
desperfecto en el cómic o ni había reparado en él. En todo caso había cumplido, y no dejaba de
haber pasado su penitencia por aquel accidente con todos los pensamientos rumiativos que hemos
descrito. Se prometió que no volvería a ocurrir y que si ocurría arreglaría el fallo como pudiera.
Porque vale la pena cuidar lo público.



miércoles, 24 de abril de 2024

Especias del mundo

 


Nuestro protagonista llegó a aquella tiend oriental donde tantas veces había comprado ese
sazonador que a él le gustaba echarse en los guisos de carne. Los dependientes o
encargados estaban colocando los botes de especias en las estanterías justo en ese
momento. Fran se salió fuera y compró una tónica para bebérsela en un banco de la
calle y darles tiempo a acabar su tarea. Pasados unos veinte minutos volvió a entrar
y rebuscó en la estantería. Ante él desfilaron los botes de las especias más insólitas:
para sopa harira, ras el hanut, cardamomo, cúrcuma, azafrán, curri, en varias
modalidades, massala... pero no encontraba el sazonador. El dependiente se dio cuenta y
vino en su ayuda:

¿Qué busca? —preguntó con su acento de algún país indeterminado del sudeste asiático, casi 
seguro Bangladesh, según la experiencia de nuestro protagonista.Hola, buenos días. El sazonador de carnes aquel no lo tenéis ya ¿verdad? —preguntó Fran.No tenemos, no, pero puede fabricar tú mezclando otras especias.¿Y qué especias llevaba? —preguntó Fran con curiosidad.No sé —reconoció el dependiente con señales de vergüenza en el tono—. Si hubiera bote podría 
mirar ingredientes.Bueno, muchas gracias de todas formas. Cogeré Ras el Hanut —sentenció nuestro protagonista
 con resignación.

Al salir de la tienda nuestro protagonista pensaba en que aquella mezcla sería seguramente muy
similar al sazonador que a él tanto le había gustado. Al llegar a casa observó que Juan, que guisaba
aquel día, había preparado un estofado. Nuestro protagonista lo sazonó con las especias marroquíes.

¿Le vas a poner eso al cerdo, Fran? No creo que los marroquíes lo hicieranBueno, tampoco los indios le pondrían gran parte de las especias que usan a la ternera y lo hemos
 hecho muchas veces —respondió nuestro protagonista.

El estofado estaba bueno con el ras el hanut, pero Fran no podía dejar de pensar en aquel sazonador
que ya no tenían en la tienda. Al final llegó a una conclusión:

En cuanto lo vea me aprendo los ingredientes, como dijo el hombre de la tienda —concluyó.Al final no creo que se diferencie mucho de esto —le contestó Fran.De momento no te hubiera chirriado a ti con el cerdo —sentenció nuestro protagonista. 


El niño del fin del mundo

 

 

Hay que ver. Desde
 aquí se domina toda 
la ciudad con una
 panorámica increíble 
―dijo nuestro 
protagonista desde lo
 alto de aquel cerro.Allí está Torre Europa,
 por el otro lado la Almudena, se ve la vía del tren...―respondió Juan Gordal.Parece como si no estuviéramos en la ciudad, como si lo viéramos desde fuera.Me recuerda a esas imágenes que aparecen en algunas películas y tebeos de cuando un viajero que
 viene desde muy lejos ve desde una montaña que llega a su destino.

Los dos hermanos habían llegado a aquel parque, el Parque de las siete Tetas, así se llamaba,
en alusión a los cerros que lo componían. Había zonas del parque con mucha sombra, pero la
curiosidad de contemplar la ciudad desde lo alto se ve que atraía a mucha gente que subía hasta
lo alto de las lomas a contemplar la vista y tenderse al sol.

Quizás eso es lo malo, que aquí el sol pega en exceso.Pero mira qué sensación de libertad. Vete tú abajo con los familiones y los niños, si quieres, yo 
me quedo aquí y... ¡Ay!

Tras este sobresalto nuestro protagonista y su hermano se volvieron. Un niño de unos ocho años
recogía una pelota y se disculpó con una voz temerosa:

¡Perdone, señor!No pasa nada pero ten más cuidado ―dijo Juan con buen criterio viendo la edad del infante y que 
el pelotazo que se había llevado en la espalda no había sido demasiado fuerte.Joder, hay que ver. Hemos tenido que venir hasta lo alto de un cerro a que nos pase este incidente 
tan típico de los sitios abarrotados.¿Y los críos con todo el parque se ponen a jugar en la ladera del montículo? ―comentó Juan―. 
En fin, la imaginación infantil es siempre sorprendente.O igual es que este lugar no es tan remoto como nos pareció.Igual.