—Ayhijopuesamímecuestamucho buenoporlomenosdejabienalos cristianosperomíralosiesque esidiotayPeterUstinovparece quererlucirse conello... —Bueno, mamá, esta película, obviamente dista mucho del rigor histórico, pero que hubiera un mandamás gilipollas ya ves que ocurre hasta en nuestros días.
creerquehubieranacidasídeidiota
comoponenaNerónaquípero
Quo Vadis era una de esas
películas de temática religiosa que abundaban en las cadenas en
Semana
Santa. Narraba las difíciles condiciones en las que desarrollaban su vida y sus costumbres los primeros cristianos durante la época de Nerón, interpretado por el actor británico y representado en la película con la imagen egocéntrica y caprichosa que todos tienen de él, pero llevada hasta casi la caricatura. La relación entre los cristianos y el poder oficial se nos cuenta a través de la historia de Amor entre uno de los más importantes generales romanos y una cristiana. Por el camino asistimos a los deliriosos de grandeza de Nerón, los viajes apostólicos de San Pedro, la persecución a los cristianos y su condena en el circo romano, etc.
—La verdad es que sobre
todo es un panegírico a los cristianos, pero es entretenida —dijo
nuestro protagonista.
—Bueno, me parece muy bien que tengas misas de esas que oyes tú que la gente normal no sabe ni que existen. Pero por favor, protégete que seguimos sin vacunarnos. Yo no iría, ya te lo digo.
lobienqueseenterabaunocuandoleescribíancartas...—voceaba Doña Marta Palacios.
—Y mientras yo es que no tengo ni idea de cuando me tocará ni de como enterarme —comentó
nuestro protagonista.
Ya hacía casi dos meses que la campaña de vacunación contra la plaga que tenía sumido en el caos el mundo y el país de nuestro protagonista estaba en marcha. En teoría esta inmunización debía llevar al fin de aquel sombrío tiempo. Pero también había degenerado en un caos entre varias empresas farmacéuticas intentando colar sus productos, varios personajes de la capa alta social saltándose su turno... Todo lo que sabía nuestro protagonista es que se había puesto un calendario basándose en diversos colectivos atendiendo al sector donde trabajaban, edad y otros criterios de modo que los más vulnerables y necesitados fueran los primeros beneficiados con la movilización. Sin embargo no paraba nuestro personaje de ver cómo a su alrededor muchos recibían sus dosis mientras él estaba en la inopia más absoluta al respecto.
—Yo entiendo que todavía no estoy en edad de riesgo, que no veo a gente a diario... Pero es que no hay calendario, ni avisos, ni nada. —Yohellamadovariasvecesaquemelodiganperosolohayunagrabacióndeesasunrobottontoyantipático nocomoeranR2D2yC-3POenLaGuerradelasgalaxiasyyonecesitohablarconunapersonaqueestoy perdidanadieresponde... —Pero es que tampoco ponen una web, ni nada. Todo es aproximado, sin concretar. Y creo que Cárol, por ejemplo, sigue esperando. —Y en cambio vacunados el primo Mario y Alvarito que lo pasaron —añadió Juan Gordal. —Bueno, será necesario. Pero yo no sé si es que yo no me aclaro, si está mal hecho... Lo único que se es que no se nada.
—Pues juegos de mesa no creí yo que llegaran a salir con esto del virus —dijo nuestro protagonista viendo aquel stand de la Fnac donde destacaba dicho artículo relativo al mal que afligía desde hacía ya un año su ciudad
y su mundo.
—Si han puesto de actualidad novelas como El Médico de Noah Gordon, películas como estallido, todos
los cómics apocalípticos, videojuegos como The Division, ¿por qué eso no ? —respondió Juan.
De pronto nuestro hombre cayó en que había visto ya hasta niños jugando al contagio pandémico. Intentó recordar todo lo lo que había visto crecer desde que aquella plaga había cambiado la vida de todos. Nuevos productos de limpieza, de vestir, reportajes sobre temas que nunca había considerado que dieran para tanto... Lo de los juegos de mesa podía ser llamativo, pero en realidad tenía mucho sentido viendo cómo había dado en ser el mundo que le rodeaba.
—¿Qué crees que nos puede quedar por ver? —preguntó entonces Fran.
—No sé, lo último parece ser el espectáculo de las vacunas, que si una es mejor que otra, que si hacen falta x dosis o y... —Joder, es verdad, acabarán dándonos un kit para que las fabriquemos. —Pues no sé si has visto del todo el juego de mesa. Mira, mira aquí.
Y Juan mostró a Fran un nuevo kit del juego que ofrecía una segunda parte, el desarrollo de
tratamientos y vacunas en un laboratorio.
—Pues ya vemos lo que parece que van a aprender los crios de ahora —comentó Juan
—Espero que a ninguno le de por ponerse a jugar con cosas peligrosas de laboratorio sin tener más idea que lo que vea en un jueguecito. —Te haces mayor, Fran.
que acabe con este caballero. —Pero lo que yo le quiero preguntar...—intentó explicar
Fran pero ya se quedó con la palabra en la boca
mientras el dependiente se alejaba.
En la planta de caballeros de aquellos almacenes había ropa muy apetecible para quien tuviera o bien mucho poder adquisitivo, o bien necesidad imperiosa de ir bien vestido por algún motivo. Pero nuestro protagonista había entrado allí buscando otra cosa. Sabía que debía estar más esquinada no en el centro de aquel piso lleno de trajes, prendas Hugo Boss y similares y calzones pero de 80 euros el par. Llevaba como diez minutos buscándolo y no había manera de encontrarlo. Por fin vio el símbolo en el pasillo que llevaba a los ascensores, pero no fue capaz de abrir la puerta. Desde entonces vagaba por aquella planta intentando preguntar a alguien. Pero todos los dependientes respondían como se ha visto.
—¿Puedo ayudarle en algo? —le dijo al cabo de un rato otro trabajador del almacén.
—¡Hombre ! —gritó nuestro protagonista—. Y era hora mire buscaba el servicio —No lo hay —dijo el dependiente—¿Desea algo más? —¡Cómo que no lo hay! He visto el simbolito por la escalera, por los pasillos, pero llego a la puerta y no se abre. —Si, se lo estaba diciendo. El otro día se rompió una cañería general y están arreglándolo. —¿Y dónde puedo ir? —Bueno, hay uno en el edificio de enfrente.
Nuestro protagonista bajó a todo correr y en el edificio de enfrente, también propiedad de
aquella cadena de almacenes repitió toda
la operación. Llegó a la planta que indicaban
los carteles, en ese caso la de tecnología y
comenzó a dar vueltas.
—¿Qué busca usted? —le preguntó una chica—. Tenemos una buena oferta en ordenadores
portátiles... Al final, pensó nuestro protagonista, me la voy a sacar aquí y voy a pegar a alguien. Y encima como
ahoratuspantalonesestánasí...—intervino Doña Marta Palacios.
—Bueno, mamá, ya tomaré mis disposiciones.
Lo cierto es que nuestro protagonista no tenía mucha ropa blanca, solo la que le habían obligado sus
últimas actividades yque lavaba por su cuenta ya que no podían ir con el resto en la lavadora. Desde
el principio había tenido claro que la lejía era una cosa que había que manejar con mucho cuidado.
Primero se le había estropeado una camiseta de marca que no había lavado con las dos batas blancas
pero sí tendido cerca de ellas. Tras un gran disgusto creyó poder controlarlo, pero sus calzones también
sufrieron desteñidos que ni siquiera eran tan resultones como el color casi de camuflaje de aquellos
calzoncillos mágicos que le recordó Juan. Lo último era lo de hoy, eso pantalones reducidos a una
excentricidad. Nuestro personaje estaba empezando a odiar el blanqueante de ropa.
—Creo que no voy a volver a ponerla puta lejía, salgo a un disgusto cada vez —comentaba nuestro
—Hijotendrásqueecharlaconcuidadosiyoaprendítupodrásyavesqueconseguídominarloescuestionde tenercuidadocuandolaechessegurosquenoestandifñicilytúhasaprendidocosasmuchopeoresnosepuede estarsinlejía...—respondió Doña Marta Palacios —¿Y no hay otra forma de lavar la ropa blanca?—preguntó nuestro protagonista. —Bueno, Fran eres muy drástico —dijo sonriendo Juan.
Nuestro protagonista sonrió y reflexionaba sobre lo que podría hacer con sus pantalones desteñidos cuando un grito de Juan lo sacó de sus pensamientos:
—¡Fraaaaaaaaaaaan! ¡¿Qué es esto?! —gritó Juan blandiendo una camiseta azul marino que tenía con un terrible desteñido. —Lo... lo siento mucho —balbuceó nuestro protagonista con consternación—. Joder, con lo que tú te fijas en eso. —Hijoscomoostomáisdeenserioestoquenohayparatantosiqueréismeocupoyoperocreoqueserámejor queaprendáisvovotrosquenosiemprevoyaestaraquínoosllevéisestosberricnchesquenadie
saleheridodeestonoesparatanto... —¡Aprenderé! —sentenció Fran. —Pero hasta entonces mi ropa no la tocas —concluyó Juan.
—Pues otro bueno de este autor. Es sorprendente cómo casa todo con el hilo conductor del idolillo —comentó nuestro protagonista.
—El ídolo es muy del estilo de Ortiz ¿verdad? Con ese rollo sobrenatural suyo, un poco inquietante.
—El título, Rituales está muy bien puesto.
Este trabajo del gran autor aragonés nos muestra varias historias de diversos personajes con obsesiones o inquietudes diversas y con muy variadas resoluciones que tienen en común el haber ocurrido cerca de un pequeño ídolo de aspecto precolombino con un enorme pene. Este ídolo es encontrado por un estudiante que se obsesiona con su vecino de abajo, un anticuario al que nunca se ve. Además el dibujo a veces tratado como simple del autor aragonés acompaña de maravilla el relato, proporcionando siempre el aspecto y los elementos necesarios para que cada presencia, cada escenario se te quede en la cabeza.
—Lo curioso es que en ningún momento llega a pasar nada extraordinario y te mantiene en tensión continuamente —comentaba Fran.
—Ese es el rollo ese sobrenatural del Ortiz, que es capaz de presentarte cosas muy comunes como con misterio, con algo encerrado dentro.
—Y de ponerte que las fuerzas sobrenaturales y sus efectos están a la vuelta de la esquina.
—Desde luego no me extraña su éxito porque es un autor que no se parece a ningún otro.
—Y lo que hace con ese dibujo es sorprendente.
—Ya, le oí decir que evita las caricaturas y las caras en primer plano porque no se le dan... Y con los elementos que domina hace su propio mundo, el cabrón.
—Eso es lo más difícil. En fin, que muy recomendable, y a ver qué más hace. El último era más en plan graciosete.
—Bueno, Fran, disfruta, que aún cuesta encontrar parques abiertos —comentó Juan Gordal a nuestro héroe.
—Casi había olvidado lo que era el aire puro —respondió Fran con gran satisfacción.
—Mira cuanta gente corriendo y haciendo deporte, se ve que aprovechan cada vez que se abre.
—Y como siempre es muy fácil saber cuál se ha puesto por mala conciencia en estos mese encerrado y quién es corredor habitual y seguramente ha seguido en su casa.
Alrededor de nuestros personajes había una amplia variedad de corredores y gimnastas de palo dando a los ejercicios más diversos. Parecía que la pandemia que aún afligía el mundo de nuestro protagonista había movido a la gente a apreciar más aquel momento de esparcimiento y asueto.
—También es curioso que los que se ve que son habituales suelen ir en grupo y los gorditos con mala conciencia en solitario.
—O hacen amistades cuando se juntan o es que el relacionarse con gente anima —dijo Fran.
Entonces se fijó en un grupo llamativo: tres amigos de entre veinte y treinta años, pero muy llamativo por el aspecto que mostraba:
—Joder, estos entrenarán juntos, pero el de en medio le luce mucho más —comentó nuestro protagonista viendo que este estaba marcado y definido mientras sus dos acompañantes apenas cabían en la ropa deportiva que se habían puesto.
—Eso debe ser que los dos amigos gorditos le han pedido que les ayude a ponerse en forma.
—A ver si les resulta, pero daría algo por verles hoy a la salida. Seguro que el cabrón sonríe y sus dos adláteres lloran.
—Pero bueno, si hace eso por ellos es buen amigo.
—Y durante dos semanas disfrutará, el cabrón. Pero los corregirá.
su casa. En los tiempos en que vivían con las precauciones
que había que tomar las reuniones familiares eran cada vez más difíciles, de modo que
si Carolina Gordal informaba de su visita en cualquier momento no se le ponía ninguna
traba. Aunque fuera en aquel establecimiento, donde nuestro protagonista jamás iría en
condiciones normales, pero que ahora servía para la reunión.
—AyhijapuesmenosmalquetevemosporqueahoraesmuydifícilperoyoatitebuscohuevosiemprequesepuedaqueestábamosdesdeReyessinvernoslacaraaversisevayaelbichoasquerosoperobuenoporlomenosaquípodemosreunirnos... —peroraba Doña Marta Palacios
—Hombre, tenemos que veros, que yo si no no estoy tranquila sin ver a mi familia —respondía
Carolina.
—Sí, que tengo comprobado que la gente cada vez se ve menos con sus familias. Es un alivio
—comentó nuestro protagonista.
—Yo hubiera preferido otro sitio, pero es lo que hay. ¿Qué queréis? —preguntó Juan— Creo además
que aquí hay que pedir y traerlo a la mesa.
—Yountéqueldescafeinadodemáquinanomegustaaversilohacenbienconunpocodelechequesoloigualesmuyamargoeltésenotamuchocuandosehacebienycuandomalperoamíelbuenomegustahastamásqueelcafé... —comenzó a decir Doña Marta Palacios
—Vale, pues yo también té —dijo Carolina.
—Yo quiero una cerveza —comentó Alvarito.
—Yo quiero frío como mi querido cuñado, pero tónica —pedió Fran
—Vale pues yo un descafeinado —sentenció Juan y se levantó.
Al cabo de un rato la familia notó
que Juan no volvía. Pasado un rato
nuestro protagonista fue al lado
de su hermano, y lo encontró
guardando una cola.
—Ya ves, lo lento que va esto,
pero bueno, ya nos toca.
—Menos mal, creíamos que te había pasado algo.
—Bueno, ya viene la camarera.
—¿Qué va a ser? —preguntó la chica.
—Yo quiero un descafeinado...
—¿Árabe? ¿Colombiano? ¿Con leche? ¿Capuccino?
—Este... el más normal que tengas.
—Todos son normales, cariño, pero descafeinado suele tomarse el colombiano y no me queda.
—Bueno, pues entonces tomaré té. Ponme tres tes y...
—¿Verde? ¿Rojo? ¿Con hierbabuena?
—Rojo —dijo Juan disimulando, pero ya dando síntomas de hartazgo.
—¿Y lo quieres con azúcar blanco, moreno, sacarina..?
—Tres normales rojos con azúcar blanco, por favor —acabó de decir ya un poco quemado.
—Ahora veo por qué tardan tanto. Por esto no me gustan estos sitios pijos —dijo Fran.Cuando volvieron a la mesa el comentario fue unánime:
—Ayhijocuantohabéistardadoyapensábamosqueoshabíapasadoalgobuenoporlomenostraéislostéscreíamosqueíbamosatenerquebuscarosnosécómopuedesertancomplicadopediralgotansimpleaversiporlomenoseltéestábien...
—Pues para empezar lo han mezclado con la leche en la tetera, no sé si me va —comentó Carolina.Los dos hermanos comentaron la peripecia de ir a buscar aquella modesta petición y todos los
problemas que les había traído.
—Por lo menos la camarera estaba buena, que si no eso no había quien lo sufriera.
—Pues vaya mierda. Los sitios de toda la vida con menos variedad y más baratos me gustan más,
la verdad —comentó Carolina.
—Y cada vez hay más de estos. Si vierais cómo es buscar curro ahora en cocinas...—intervino Alvarito.
—Puesyonosécómosecomplicantantoyotodalavidaheidoalsuperyhevistoeltéelazúcarynoadmitemásvueltasperoahoraparecequeesmásmodernoestoytodotiendeaserconmilesdevariedadesquenohacenmásquecomplicarhastaelpan...
—¡Ay, el pan! Ya que lo dices voy a aporvechar y llevar de aquí que no tenemos en casa —dijo Cárol.
—Espérate, voy contigo, quiero ver algo —pidió nuestro protagonista.Fran y su hermana se acercaron a la parte de panadería de aquel local y esperaron. Cuando por
fin llegaron, Carolina hizo su petición:
—Una barra, por favor.
—¿De cereales?¿Gallega?¿Napolitana?¿Bretona?¿De centeno?¿Espelta?¿Maíz?¿Integral? —espetó el
el título de aquella canción: Blinding Lights cantada por The
weeknd. La había oído miles de veces en reportajes de fútbol, cuñas radiofónicas, algún
programa de la tele... Pero no sabía nada de ella salvo que era el acompañamiento de muchas
campañas en los medios de comunicación en los últimos tiempos. Después apareció otro video
de Dua Lipa, una artista femenina de la que básicamente conocia su existencia...
De pronto le asaltó una duda de las que empiezan a aparecer en la mente de la edad
que estaba alcanzando:
—Oye, Juan: ya casi no hay programas de música en la tele y los que hay son reposiciones. ¿Cómo
oyen la música los de esta generación?
—Hombre, Fran, eso que lo pregunte mamá vale, pero tú... A ver, ¿Cómo ves tú al Maldini?
—¡Ah, claro! Por el You Tube y similares. Claro, yo pensaba en cuando veía los 40 principales
en la tele con el viejo y tal. ¿Y qué hacen ahora los artistas con lo que antes era sacar un disco?
¿Colgarlo en redes o qué?
—Hombre, discos ahora aún encuentras, pero supongo que sí, que lo importante será su impacto en redes.
—Pues mira, me has despertado una curiosidad. Me voy a poner una lista de los 40 en casa.
—Recuperando hábitos ¿eh? No creo que te guste como antes. Que tú si que estás llegando a los 40.Nuestro protagonista dudó un poco, ya que lo que le decía su hermano parecía razonable, pero aun así
se sentía llevado a hacer la comprobación. ¿Cuántos artistas de los que él oía seguirían con nuevos
temas en la lista? ¿Le gustaría alguno de los nuevos que no conocía? Así que Fran se puso los cascos
en los oídos, tecleó y se puso a la escucha. Pero pronto su ánimo cambió viendo el
panorama musical que aquella lista ofrecía. Aunque había alguna canción que le
gustaba oír, como las del mencionado The Weeknd, lo cierto es que la mayoría
eran artistas hispanoamericanos mediocres a los que no nombraremos, cantantes
anglosajones más bien cursis, música electrónica,algún retal de cuando él oía aquel
programa...
La conclusión fue clara:
—La música de ahora, salvo dos o tres en una mierrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrda —dijo a Juan Gordal
nuestro pr0tagonista.
—Bueno, cuando tú lo oías estaba Alex Ubago, o La Oreja de Van Gogh... Yo creo que lo que pasa es
que tú estás viejuno, no que ahora sean peores.
—¡Pero cómo que no son peores si el número uno era...!Aquí nuestro protagonista se cortó y se estremeció, porque aquel primero de la lista era...¡Dani Martín!
Un cantante que con su grupo había tenido mucho éxito durante la tercera década de vida de nuestro
protagonista, pero que él odiaba. Sí, parecía que la mayoría de los 40 siempre había sido igual de
ramplona, destacando solo unos cuantos. Y también parecía que él no era tan joven como cuando oía el
programa.
—Mira, Juan —dijo con la voz temblorosa por el estremecimiento que aquello le había causado—, papá
se lo pasaba bien cuando lo veía conmigo. No es que sea viejuno.
—No, pero te comparas con él, no con los veinteañeros de ahora —respondió Juan.Y nuestro protagonista pasó varios días sin poder conciliar el sueño, y viendo a un abuelete cada vez
que se miraba al espejo. Pero eso sí, esperaba que ocurriera lo que ocurriera siempre hubiera en la
música que ya no le gustaba alguna excepción, como The weeknd.