Desde
el mediodía llevaba Doña Marta Palacios sin hablar casi
(¡precisamente ella!) y a ratos con gestos de estar a punto de
llorar. Fran y Juan Gordal le habían preguntado, pero solo
respondía:
-Es
que tengo miedo de estarme volviendo tonta con la edad.
Ahora
ya en la cena, las lágrimas se le saltaron. Los dos hermanos se
echaron encim y le preguntaron:
-¡Es
que he perdido el anillo de vuestro padre! ¡Y es muy importante para
mí! Era mi marido y además se me olvidan las cosas y...
-Bueno,
mamá. No te preocupes que seguro que aparece.
-¿Y
si se ha perdido, qué?¿Que le den a vuestro padre?
-Mamá,
se te ha perdido más veces y siempre ha aparecido -dijo Juan.
-Y
muchas más cosas igual cada día: las llaves, el bolso, la agenda...
-Me
estoy quedando tonta. Cada vez me pasa más a menudo.
-No,
mamá, perdías las cosas desde hace muchos años.
Doña
Marta se levantó y se fue dormir. Al día siguiente dio su clase,
se fue a un concierto, y cenó con normalidad. Pero al irse a dormir
volvió con los lloriqueos y los lamentos. Al irse a dormir, en sus
rezos, los dos hermanos oyeron que pedía que no quería estarse
volviendo tonta o senil.
-Antes
le daba por otras cosas, llegad a esta edad le da por eso.
-Pero
tienen que aparecer el anillo o lo va a pasar muy mal. Habrá que
tener cuidado al barrer y...
Doña
Marta debió oír la conversación de los dos hermanos desde su
cuarto porque vino gritando:
Aquel
perro se acercó dando saltos. Era claramente más pequeño que Diez,
y más joven. El caso es que dos veces se puso a corretear y dar
saltos alrededor del perro de los hermanos. Diez
en
cambio se echó para atrás y no pasó de perseguirlo con la mirada.
-Joder,
Diez, eres el perro más soso que he visto -dijo Fran.
-Parece
que no le gusta tratar con los de su especie -añadió Juan.
-Lo
habrá tomado de ti. ¿No acaban los perros pareciéndose a sus
dueños?
El
caso es que el perro de los dos hermanos nunca parecía alegrarse ni
motivarse con lo mismo que los otros perros. Lo que tenían más
visto nuestros protagonistas es que no corría tras las pelotas, pero
tampoco tras otros perros, tras los juguetes con pito (que parecían
asustarlo con su sonido), etc. Ahora se echaba hacia atrás cuando
otros perros venían a saludarlo.
-Lo
único que parece motrivarle es frotarse contra nuestros pies cuando
llegamos.
-Bueno,
él es así.
Al
decir esto, un perro más grande que Diez
pasó corriendo tras una pelota, y casi lo pisó. Diez
le ladró levemente, pero ni por asomo se puso a perseguir la pelota.
-Yo
al principio creía que es que era este tipo de perros, que no había
aprendido aún... Pero no, ya veo a perros de todas razas, formas y
edades motivarse con las mismas cosas salvo Diez
-dijo Juan.
-No
sé, a lo mejor es que él tiene otra visión. Si pudiese
contarnos...
Entonces
el animal echó a correr a l mayor velocidad que él podía. Sacaba
la lengua y ponía la típica cara de disfrute de los perros.
-Habrá
visto por fin algo que le haga ilusión -dijo Juan.
-Bueno
habrá que alegrarse.
Pero
los dos hermanos se llevaron un disgusto cuando descubrieron que lo
que había visto Diez no era más que un charco de agua embarrada y
enmoecida. Se echó en él, se revolcó, y parecía llamar a sus
dueños con sus gestos.
-Me
cago en la leche, esto es lo único que le mola. ¿Y ahora cómo le
quitamos el barro?
-Igual
si le gusta retozar en el barro y respira con dificultad con ese
hocico es que cree que en vez de un perro es un cerdo.
-Pues
será, pero los cerdos al menos no tienen lana. Ahora en casa vamos a
tener que ducharlo.
-Bueno,
pero por lo menos ha disfrutado cuando salía.
-Pues
de verdad que ni me acordaba de la primera, ahora que vamos por la
cuarta y ya tiene hasta Spin-offs esta saga -dijo Fran Gordal después
de visionar en su ordenador Terminator.
-Era
también muy buena, hombre -respondió Juan.
-Fíjate
que ya se ha pasado amplísimamente la fecha que en la película
daban para ello, pero yo creo que de hecho incluso ahora la gente se
teme más que las máquinas acaben haciéndose con el control de
todo.
-Bueno,
es más sutil, ahora más que que lo controlen todo, se teme que
acaben deshumanizándonos, que pierda el hombre toda razón de ser.
Pero sí, la guerra que ponen aquí contra la tecnología es muy
impactante.
-Esta
película era la leche en su momento. El mundo que dibujaba da hasta
miedo, y creo que es la primera vez que se recreaba un futuro
postapocalíptico de máquinas como ése. Ahora ya hay Matrix,
Robocop...
-Los
protagonistas también tienen mucho carisma, porque Sara Connor y
Kyle Reese logran captar tu atención desde el principio.
-Y
estaba hecha por lo visto con cuatro duros. La maqueta de Stop Motion
del final era casi de baratillo.
-Y
así, centrándose en la acción hace recapacitar sobre la condición
humana, la compasión, al afecto... Uno se siente orgulloso de ser
persona en algún momento.
-Y
también yo no sé si había olvidado o era demasiado pequeño para
recordarlo ese homenaje a Buñuel. Es una peli, en suma que todos
deberían ver.
-Pues
yo creo que el anterior sistema era menos sofisticado, pero más
cómodo -dijo Juan Gordal.
-Bueno,
por lo menos así estás separado e individualizado, que para esto
siempre es mejor.
Los
dos hermanos hablaban del cambio que se había producido en los baños
de la FNAC, que de ser una enorme sala donde uno abría y cerraba sus
puerta para hacer sus menesteres, habían pasado a tener un sistema
de bloqueo automático controlado por un operario, y sobre las
puertas una luz indicando cuáles están libres y cuáles no.
-Me
recuerda un poco a las celdas de una cárcel -dijo Juan Gordal.
-Pero
mira, si así fuese, así al menos estás libre de violaciones en la
ducha. Supongo que habrán buscado intimidad, aunque fuese a costa
del espacio disponible y la comodidad.
-Bueno,
mira -dijo Juan-. Se queda uno libre.
Se
encaminó, abrió la puerta y... ¡No podía creerlo! El hombre que
estaba dentro no había terminado de recoger sus cosas y se lo
encontró de cara.
-Lo...
lo s... lo siento -acertó a balbucear Juan.
-No
pasa nada, se ve que el sistema se ha roto.
-No
-interrumpió el operario que controlaba los bloqueos-, es que esa
puerta no cierra bien
Cuando
por fin lograron salir de allí Juan seguía colorado como un tomate.
-No
me lo puedo creer, es de lo más vergonzoso, encontrarse con un tío
antes de que acabe de cagar.
-Al
menos se lo ha tomado bien, pero esto quiere decir que tampoco para
la intimidad sirven esos baños.
-Pues
ahora sí que podemos decirlo, es lo que por allí llaman una “peora”
-Sí,
algo mucho más aparatoso que en lugar de mejorar empeora.
-Bueno,
cariño, tú vienes y me ves. Si no te gusto, ya sabes -decía aquel
travelo que nuestro protagonista encontró prostituyéndose en una
esquina de la ciudad.
¡Como
si hiciese falta tanta comprobación!
Pensaba para sí nuestro héroe. En serio, alguien habría que
aceptase tal trato, pero a nuestro protagonista no le cabía en la
cabeza. Todo el mundo tiene claro lo que le va y lo que no en
cuestiones sexuales. Aquel individuo jamás haría negocio con
nuestro protagonista, no le iban ni la prostitución ni la
homosexualidad. Pero lo que estaba proponiendo el transexual a su
interlocutor, un hombre de mediana edad con una incipiente barba
blanca, parecía despertar su interés:
-Bueno,
yo nunca he hecho esto, pero ya voy teniendo mis años y...
Fran
entonces cayó en la cuenta. Aquel viejuno entrando ya en la edad
provecta, probablemente había pasado toda su vida ocultando sus
gustos. Quizás la presión social y los hábitos homofóbicos de la
sociedad española hasta hacía poco le hubiesen tenido buena parte
de una vida que ya se aproximaba a la vejez reprimido y escondido. Y
entonces nuestro protagonista tuvo un sentimiento muy extraño. Pese
al rechazo casi visceral que le producía la prostitución, y el
hecho de que encima fuese en una tendencia sexual distinta a la suya,
lo que reforzaba su repugnancia sintió cierta lástima por esos dos
personajes. En el caso del travelo, por estar condenado a ejercer tal
profesión. En el del anciano, por haberle reprimido tanto tiempo. Y
además, pensando que quizás la prostitución, todo tipo de
prostitución, tiene gran parte de su base en una conducta cerril que
empuja de modo forzado a mucha gante cosas que normalmente no
harían. Esto lo hbía escuchado muchas veces en programas y charlas
sobre los problemas del tercer mundo. Pero ahora estaba ante sus
ojos, en vivo, en su propia ciudad. Por primera vez en mucho tiempo
sintió que sí que quizás los que afirman que problemas sobre
tolerancia y sociedad que vemos muy lejanos están a la vuelta de la
esquina. Y era una sensación muy poco agradable.
Pues
aquella tarde, Juan y Fran Gordal volvieron a la tienda de tebeos.
Había muchas novedades, era la semana del Salón del Cómic de
Barcelona, y del Expomanga en Madrid. Las tiendas estaban llenas de
sus nuevas joyas. Perramus,
el que tanto había deseado Juan Gordal era el más importante, pero
también había de Miguelanxo Prado, Gustavo Rico, varios europeos,
etc. De todas maneras, de nuevo el escabroso tema del dinero se
entrometía entre los hermanos y sus anhelos. Cuando Juan Gordal se
encminba al mostrador pensando qué se llevaría oyó a los dueños
de la tienda:
-Pues
estaba todo estupendo. El homenaje a Francisco Ibáñez hasta me
saltó unas lagrimitas.
-Pues
sí, pero a mí me encntó ver a otro Francisco, Francisco Molinero.
-No
lo conozco
-Te
está diciendo Frank Miller, hombre -le interrumpió Juan. Todos
comenzaron a reír.
-De
modo que estuvisteis en Barcelona ¿no? -dijo Fran.
-Y
en Angulema, Grenoble, aquí mismo en el expomanga... Claro, teniendo
esta tienda tenemos que ir a todos lados.
Juan
hizo su pago y al salir seguía la conversación con su hermano:
-Joder
¿dará esta tienda para todos esos viajes?
-Bueno,
no sé, les compra bastante gente a precios que nosotros tenemos
dificultad para pagar.
-Creo
que deben ser los más felices del mundo con todos los tebeos que
quieran y yendo donde están los maestros.
-Bueno,
creo que como han dicho es parte de su trabajo. Un trabajo que a uno
le guste es algo muy importante.
-¿Ya
estamos con esa mierda? ¿Quién has visto tú que haga a base de
trabajo lo que quiere?
-Esos
dos dependientes ahora mismo.
-No
puede ser, alguien los mantiene.
-Bueno,
igual los villanos de los cómics, pero desde luego, van a trabajar
allí, y parecen contentos.
-¡No
puede ser! ¡No existe nadie con tanta suerte!
-Bueno,
vamos a pillar unas cervezas que te está dando uno de tus ataques.
Y
una vez más, Fran tiraba en vano de su hermano, mientras este
despotricaba contra el sistema de trabajo de la ciudad y contra la
gente contenta con lo que hacía.
-
¿Qué ha pasado con Diez? -dijo Juan Gordal viendo al sacar al perro
que tenía una forma extraña dada porque tenía el pelo largo en la
parte posterior de su cuerpo y corto en la delantera.
-Es que se ha puesto nervioso cuando
lo esquilaba y me ha mordido varias veces. Al final he tenido que
dejarlo.
Era una cosa normal entrando en mayo
que al perro hubiese que esquilarlo, pero él, que normalmente
siempre se había dejado, ahora se ponía nervioso cuando Juan
llevaba a cabo el proceso.
-Bueno, está gracioso -dijo Fran-,
pero habrá que terminar de esquilarlo, no podemos dejarlo así.
-Luego me pongo -dijo Juan
-¿No sería mejor pedírselo a la
veterinaria? -dijo Fran.
-No, que cuesta tiempo y dinero. Yo he
empezado y yo acabo.
De modo que al llegar a casa Juan
reemprendió la operación y esta vez logró dejarlo bin salvo las
patas posteriores y la cola.
-Ahora parece que lleve unos bombachos
-dijo nuestro protagonista.
-Pues hazlo tú, cabrón.
-Yo es que no sé.
-Ya, pues mira mis manos de sus
bocados.
-Por suerte Diez no tiene un mordisco
muy potente.
Dos días más tarde de reanudar a
intervalos irregulares la operación, Diez estaba perfectamente
esquilado. Pero Juan tenía las manos llenas de arañazos.
-Tendríamos que haberlo llevado a la
veterinaria.
-Si siempre se había dejado -dijo
Fran-. ¿Por qué íbamos a malgastar tiempo y dinero con ello?
-Pues mira, razón de más. A lo mejor
este año no se deja por algún motivo.
-Lo que tienes que hacer es aprender a
esquilarlo tú, que nunca haces nada.
-Un año lo intenté y te dio un
ataque de histeria sólo viéndome coger la tijera.
-Porque te estabas peleando con él y
veía que lo ibas a desgraciar.
-Pues entonces no te quejes. Vas a
seguir pelándolo tú por fascículos.
-Yo
no sé cómo si no ha parado de quejarse de la garganta está
haciendo planes para el día siguiente.
-Deja,
mamá, me encargo yo dijo Juan.
Una
vez más la energía de Doña Marta dejaba a ambos hermanos en fuera
de juego. Se había levantado con una irritación de garganta que
nuestro protagonista atribuía al cambio estacional, pero no
disminuía su ritmo ni delegaba ninguna tarea. Y eso que afirmaba que
tenía toses y dificultades respiratorias que no habían notado en
absoluto sus hijos con la capacidad pulmonar que demostraba cada vez
que hablaba. Y encima, cuando la Tía Maria Cristina había pasado
esa tarde por la casa y como de costumbre, sin haber visto nada había
decidido por todos, Doña Marta le había echado una bronca digna de
verse.
-Joder,
Juan, la tía le dijo que tenía una alergia y mamá se ha puesto...
le dijo deningunamanera
yaheconsultadoconunalergólogoytúnomedasleciones...
bueno, me ahogo, no puedo hablar como ella.
-Yo
he estado todo el día escribiendo elguión, y me apetece sentrme un
poco. No sé cómo lo hace. Menos mal que ya se ha acostado.
Pero
entonces, Doña Marta en camisón y ojerosa entró por la puerta.
42
años duraba aquella historia. En 1974, el Atlético de Madrid
llegaba a la final de la actual Champions
League,
entonces Copa de Europa. El rival era el gran Bayern de los años 70,
uno de esos equipazos legendarios que todos tienen en la cabeza. El
Atlético logró plantarles cara, incluso tener ganado el partido
hasta el último minuto de la prórroga, pero un gol del defensa Hans
Georg Schwarzenbeck forzó a deshora el empate, y todos saben que en
el nuevo partido que se jugó (entonces no existían los penaltys)
los alemanes fueron muy superiores. Aquella desgraciada final había
creado el estereotipo de que el Atlético de Madrid era el pupas, y
durante muchos años fue una losa para muchas generaciones de
aficionados rojiblancos. Nuestro protagonista mismo no había nacido
entonces, pero había oído en múltiples ocasiones a su padre hablar
y lamentar aquella final perdida, sobre todo por la gran admiración
de Don Luis Gordal a varios jugadores de aquel Bayern, singularmente
Gerd Torpedo
Müller, “el delantero total.”
Por
ello cuando 42 años más tarde, el Atlético y el Bayen volvieron a
cruzarse en la competición, no era extraño que muchos lo viesen
como una revancha tardía. El club promocionó aquel cruce de
semifinales con el slogan “Por nuestros mayores.” Fran encontraba
esa idea entrañable y buena, pero tenía otras cosas en mente.
-Entonces,
¿no te apetece la revancha, Fran? -preguntaban en su familia.
-Claro
que me apetece, pero yo tengo otra revancha en mente.
Los
días previos a los dos partidos no dejaba de repetirse que el Bayern
de nuevo era favorito a todo, pero como siempre, el Cholo
Simeone, el jugador y ahora entrenador que había dado la vuelta al
Atlético en los últimos años, que había convertido a un equipo
que cogió cuarto por la cola en la liga en un club multicampeón,
decía que con humildad y trabajo se los podía superar, idea que se
engrandeció tras el partido de ida, que el Atlético ganó uno a
cero con un golazo de Saul Ñiguez,
y donde aguantó muy bien el
terrible ataque de los alemanes en la segunda parte. La primera parte
de la hazaña estaba hecha, pero quedaba un partido de vuelta muy
duro en Munich. Nuestro protagonista no dejaba de decirlo:
-Cuidado
con Munich, que es un campo muy jodido.
-La
revancha de los mayores aún no se ha conseguido ¿verdad?
Además
ocurrió una cosa muy fea que cargaba aún más el partido de vuelta:
resultaba que los clubes señoritos de toda Europa, incluyendo al
mismo Bayern, no veían con buenos ojos que el Atleti pudiese llegar
a hacerles frente. Diversas personalidades ligadas al Barça, a los
grandes clubes italianos y a otros empezaron una absurda campaña
mediática contra el fútbol del Atlético de Madrid tachándolo de
defensivo, feo, aburrido, etc. Un ex jugador del Bayern, Karl Heinz
Rummenigge, había llegado a cargar contra el formato de competición
“porque clubes como el Atlético siguen adelante y la Juve está
fuera.”
-¡¿Pero
cómo tienen cojones de decir eso?! -se preguntaba nuestro
protagonista-. ¡Anda que los italianos se han caracterizado por su
juego preciosista y vistoso!
-Es
todo clasismo, Fran, a los clubes señoritos no les mola ver a otro
en su cortijo -le respondió Juan.
-Eso
hará más grande nuestra victoria.
-¿Por
los mayores?
-Sí,
pero tengo otra cosa en mente.
Y
así ocurrió que en el partido de vuelta, el Bayern salió en tromba
y logró adelantarse. Todo parecía indicar que el Atlético
recibiría un terrible golpe en su moral, ya que al descanso los
alemanes iban ganando y habían dominado de cabo a rabo. Incluso
habían dispuesto de un penalty a favor bien parado por Oblak, el
excelente portero esloveno del Atlético de Madrid. Pero los cambios
del Cholo
lograron que el equipo tuviese más posesión de pelota y disfrutase
de alguna ocasión a la contra y en una de ellas, Antoine Griezmann
empató el partido. Un gol posterior del Bayern sirvió para dar la
dosis de sufrimiento necesaria al pase.
-Joder,
la última media hora ha sido terrible para mí -dijo Fran
-No
exageres, que ya estáis en la final. Tampoco ha sido para tanto.
Sin
embargo, nuestro protagonista había llegado a ver al Atleti
eliminado, y los alemanes no encajaron bien la derrota. Rummenigge,
el mismo que se quejaba del sistema de competición, ahora decía que
se sentía estafado por el árbitro, y Arturo Vidal, jugador chileno
del Bayern, decía que en modo alguno había pasado el mejor. Las
causas de sus quejas eran un posible fuera de juego en el gol de
Griezmann y un inexistente penalty que se pitó a favor del Atleti.
-Pues
que se jodan, el gol no hay manera de ver claro si es ilegal, y el
penalty se ha fallado, así que no lloriqueen. Ya estamos en la
final.
-Y
habéis dado la revancha a los mayores.
-¡Y
dale con eso! A mí no me preocupa.
-Bueno,
pues ahora que ya habéis pasado dí qué es lo que tienes en mente.
-Pues
no sé si te acuerdas -dijo Fran poniendo tono de hablar de una cosa
evidente-, que hace dos años llegamos a la final. Y como con ellos,
un gol a deshora de un defensa nos privó de la copa después de
haber sido mejores y habernos adelantado.
-¡Es
verdad! Hay que ver, dos finales en tres años, cuando entre la del
Bayern y la del Madrid pasaron exactamente 40. De modo que tú
quieres la revancha pero con el Madrid.
-Me
da igual ganársela al Madrid o a cualquier otro, pero esta hay que
ganarla. Por todos los que han seguido al Atleti. Que pasen el Madrid
o el City, pero que no volvamos a perder de esa forma.
Aquel
día, nuestro héroe se quedó dormido hasta bien entrada la mañana.
No había dormido bien, y en ausencia de más horarios que los que él
se impusiera, sin facultad ni de momento trabajo, era lógico. Al
despertarse encontró unas notas escritas por Doña Marta Palacios:
“Queridos
hijos. Me tengo que ir rápido, pero me ha dado tiempo a dejaros unos
espárragos cocidos y unas gambas. En la nevera tenéis huevos y
podéis hacer un revuelto. Yo no sé si hoy vendré porque tengo que
poner dos exámenes e igual me quedo pensándolos.
Vuestra
anciana madre.”
De
modo que nuestro protagonista repasó el tomo de oposiciones,
escribió algo por el ordenador, y a la hora de la comida fue a
despertar a Juan. Este tuvo una idea que cambió los planes de Doña
Marta:
-Me
parece que si los picas puedes hacer una pasta muy buena si le añades
pimiento y cebolla rehogada.
-Bueno,
sí, pero habrá que traer la pasta que no tenemos.
-Vale,
si me das algo de pasta traigo jamón o algo más para echar.
Con
todos estos ingredientes quedó, como los hermanos habían supuesto,
una pasta muy apetecible. Pero Doña Marta al llegar tuvo una
reacción muy suya:
Pero
cuando al día siguiente nuestro protagonista se levantó encontró
otra nota:
“Hijotes:
hoy os he dejado un pollo. Podéis servirlo con ensalada o traer unas
patatas. Por favor, no hagáis experimentos con él. Está muy bueno
como siempre se ha tomado.”
-Joder,
la próxim vez que mamá diga que hagamos aalgo, te sugiero que
sigamos el plan, Juan.
-Pero
la pasta estaba buena ¿no?
-No
es ése el problema. La cosa es que mamá no quiere. A ver si le
hacemos caso.