Pues
aquella tarde, Juan y Fran Gordal volvieron a la tienda de tebeos.
Había muchas novedades, era la semana del Salón del Cómic de
Barcelona, y del Expomanga en Madrid. Las tiendas estaban llenas de
sus nuevas joyas. Perramus,
el que tanto había deseado Juan Gordal era el más importante, pero
también había de Miguelanxo Prado, Gustavo Rico, varios europeos,
etc. De todas maneras, de nuevo el escabroso tema del dinero se
entrometía entre los hermanos y sus anhelos. Cuando Juan Gordal se
encminba al mostrador pensando qué se llevaría oyó a los dueños
de la tienda:
-Pues
estaba todo estupendo. El homenaje a Francisco Ibáñez hasta me
saltó unas lagrimitas.
-Pues
sí, pero a mí me encntó ver a otro Francisco, Francisco Molinero.
-No
lo conozco
-Te
está diciendo Frank Miller, hombre -le interrumpió Juan. Todos
comenzaron a reír.
-De
modo que estuvisteis en Barcelona ¿no? -dijo Fran.
-Y
en Angulema, Grenoble, aquí mismo en el expomanga... Claro, teniendo
esta tienda tenemos que ir a todos lados.
Juan
hizo su pago y al salir seguía la conversación con su hermano:
-Joder
¿dará esta tienda para todos esos viajes?
-Bueno,
no sé, les compra bastante gente a precios que nosotros tenemos
dificultad para pagar.
-Creo
que deben ser los más felices del mundo con todos los tebeos que
quieran y yendo donde están los maestros.
-Bueno,
creo que como han dicho es parte de su trabajo. Un trabajo que a uno
le guste es algo muy importante.
-¿Ya
estamos con esa mierda? ¿Quién has visto tú que haga a base de
trabajo lo que quiere?
-Esos
dos dependientes ahora mismo.
-No
puede ser, alguien los mantiene.
-Bueno,
igual los villanos de los cómics, pero desde luego, van a trabajar
allí, y parecen contentos.
-¡No
puede ser! ¡No existe nadie con tanta suerte!
-Bueno,
vamos a pillar unas cervezas que te está dando uno de tus ataques.
Y
una vez más, Fran tiraba en vano de su hermano, mientras este
despotricaba contra el sistema de trabajo de la ciudad y contra la
gente contenta con lo que hacía.
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