—Bueno, Fran, disfruta, que aún cuesta encontrar parques abiertos —comentó Juan Gordal a nuestro héroe.
—Casi había olvidado lo que era el aire puro —respondió Fran con gran satisfacción.
—Mira cuanta gente corriendo y haciendo deporte, se ve que aprovechan cada vez que se abre.
—Y como siempre es muy fácil saber cuál se ha puesto por mala conciencia en estos mese encerrado y quién es corredor habitual y seguramente ha seguido en su casa.
Alrededor de nuestros personajes había una amplia variedad de corredores y gimnastas de palo dando a los ejercicios más diversos. Parecía que la pandemia que aún afligía el mundo de nuestro protagonista había movido a la gente a apreciar más aquel momento de esparcimiento y asueto.
—También es curioso que los que se ve que son habituales suelen ir en grupo y los gorditos con mala conciencia en solitario.
—O hacen amistades cuando se juntan o es que el relacionarse con gente anima —dijo Fran.
Entonces se fijó en un grupo llamativo: tres amigos de entre veinte y treinta años, pero muy llamativo por el aspecto que mostraba:
—Joder, estos entrenarán juntos, pero el de en medio le luce mucho más —comentó nuestro protagonista viendo que este estaba marcado y definido mientras sus dos acompañantes apenas cabían en la ropa deportiva que se habían puesto.
—Eso debe ser que los dos amigos gorditos le han pedido que les ayude a ponerse en forma.
—A ver si les resulta, pero daría algo por verles hoy a la salida. Seguro que el cabrón sonríe y sus dos adláteres lloran.
—Pero bueno, si hace eso por ellos es buen amigo.
—Y durante dos semanas disfrutará, el cabrón. Pero los corregirá.
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