sábado, 16 de abril de 2016

Cómic reaccionario.

Fran observaba en la FNAC los cómics. Aunque no podía llenar sus estanterías con tantos como quería, observó bastantes novedades entre reediciones y tebeos de nuevo cuño. Pero una cosa le llamó la atención: Salvo los de la Marvel, cómics insdustriales que desvirtúan vastante el concepto, casi todos eran de la realidad y de política. Le sorprendió ver varios sobre los antiguos regímenes comunistas de Europa del Este, de la primavera árabe, de América Latina... En la mayoría de ellos, además, con una pátina nada despreciable de propaganda de sectores interesados. En algunos, como Marzi, que es una crónica de los últimos años de la Polonia comunista contando cómo lo vivió una niña que entonces tenía diez años (que en realidad es d la guionista, Marzena Sowa, a quien hace sus dibujos el francés Sylvain Saboia, su pareja y de quien partió el proyecto) al menos hay cierta pátina de crónica y algún espacio para la risa. Otras como Arenas Movedizas (pseudocrónica de la caída de la RDA, a cargo del alemán Andreas Monch, que entonces tenía once años, en comandita con el corresponsal yanqui Alexander Lahl que retransmitió los acontecimientos, y dibujado, muy mal, por cierto, por la también alemana Kithy Kahane) el aura propagandística y distorsionadora llega a extremos ridículos. El caso es que cada vez ocupaban más espacio estos cómics de la vida real a costa de los de entretenimiento y aventura.

-Durante años nos hemos quejado de que no se tomaba al cómic en serio, y ahora, es todo lo contrario, Fran -observó Juan Gordal que estaba junto a él en la tienda.
-Sí, pero tampoco acabar con todo lo demás. Y digo yo que los tebeos de realidad se pueden hacer de forma que no duerman a las ovejas.
-Pues a mí lo que me molesta es otra cosa -dijo Juan-, y es que todos parecen estar hechos para que el Stablishment nos venda a los aficionados del cómic propaganda.
Esto dejó a Fran estupefacto. No lo había pensado, pero sí. De pronto el cómic, un medio usualmente juvenil, contestatario y rompedor, también había caído en manos de la propaganda más burda. Y uno temblaba pensando si quedaba algún resquicio donde no se repitiesen las consignas de los medios del poder. ¿Habría opinado al respecto Allan Moore, el mítico y muy revolucionario autor de cómics británico? Fran esperaba que hablase ya que algo diría al respecto casi seguro.

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