"No voy a recorrer 10.000 kilómetros para ayudar a asesinar a un país pobre simplemente para continuar la dominación de los blancos contra los esclavos negros".
"El Vietkong no me ha hecho nada. Ningún vietkong me ha llamado nunca negro con desprecio, nigún viertkong me ha impedido el acceso a una biblioteca, ningún vietkong le ha quitado el asiento a mi madre en el autobús."
(Muhammad Alí al negarse a ir a Vietnam)
Era un sábado. Nuestro protagonista, como era costumbre aquellos días se levantó más tarde de lo habitual. Sin embargo, recién levantado vino Doña Marta Palacios con una noticia que había oído por la radio:
-Fran,
Juan, tengo una mala noticia.
-¡¿Qué?!
-preguntaron estremecidos los dos hermanos.
-Ha
muerto Muhammad Ali.
Los
dos hermanos respiraron aliviados en un primer momento de que no le
hubiese pasado nada a nadie cercano, pero efectivamente, la noticia
les entristeció. Como debería entristecer a toda la humanidad. Alí,
el gran boxeador, el activista de los derechos de los negros, el
primer rebelde contra la guerra de Vietnam, el ejemplo a seguir por
los que sufren discriminación racial en todo el mundo, el que había
convertido el boxeo (su magnífico boxeo) en un arma mediática al
servicio de causas justas, se había ido. No era especialmente mayor
(74 años), pero un estado avanzado de enfermedad de Parkinson hacía
temer algo así. Dos días antes había sido ingresado por problemas
respiratorios que no eran graves según su familia. Pero desde el
principio sobrevoló la duda de si la familia decía aquello con
sinceridad o para tener tranquilidad en momentos duros. Al final
parecía que lo segundo.
-Francamente,
otro de esos que no deberían morir -dijo Fran.
-No
creo yo que pueda superarse lo que él dio en este mundo.
-Lo
apuntaba desde su famoso combate con Sony Liston. Allí Casius Clay
dejó a todos con la boca abierta. Que iba a ser un magnífico
boxeador estaba claro.
-Pero
luego tuvo los cojones de no ir a Vietnam en protesta por el trato
que recibía la comunidad negra. Y se cambió el nombre porque decía
que no quería ser un esclavo.
-Es
increíble, es que toda su vida son momentazos únicos. Y afrontando
las consecuencias, que le costó tres años de suspensión en su
mejor momento.
-Pero
después siguió convirtiendo el boxeo en algo superior. Su rivalidad
con Frazier y Foreman nunca se olvidará. Y que llevase el combate
con Foreman al Zaire para reivindicar el África Negra y encima
pusiese en práctica una estrategia que asombró a todo el mundo y le
diese para ganar.
-Y
luego el tercero con Frazier, en Manila, siguiendo reivindicando al
tercer mundo.
-¡Buf,
el combate más duro de los pesados!
-Y
encima ocurrente, que hacía rimas y se reía de sus rivales antes.
-Hoy
dirían que todo ello es marketing. Bueno, y hasta el final fue un
rostro del olimpismo. En 1996 encendió la llama en Atlanta y en los
juegos de Londres acudió y tomó la bandera. Y eso que él tiró su
medalla al río Ohio como protesta, porque se negaron a atenderlo en
una cafetería por negro. Dicen que desde que la ganó en los juegos
de Roma de 1960 hasta que la tiró nunca se la quitó, que todos los
días la llevaba colgada del cuello.
-Bueno,
esa historia hay quien la pone en duda. Parece que después de todo lo que mimaba y exhibía la medalla que ganó la perdió y se inventó aquello. Pero sí, todo lo que hacía tenía un significado. Cuesta
escoger un momento definitorio de su vida.
-Pues
quizás para mi su combate con Ernie Terrel en Houston, aquel en que
se acababa de cambiar el nombre y no dejaba de gritarle: “¡¿Cómo
me llamo?! ¿Eh? ¡¿Cómo me llamo?!”
-Recreándose,
que no le daba el golpe de gracia aunque le dominaba de cabo a rabo
para seguir con aquello.
-Y
una vez más como acto reivindicativo.
-De
verdad, es injusto que alguien así pueda morir.
Dedicado desde la admiración y respeto más absoulto al más grande. Parece mentira que un simple deportista y boxeador pueda significar lo que significaste tú, Alí. Vete tranquilo, porque aquí cumpliste de sobra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario