⸺Creo
que estoy entrando en el Corte Inglés que en todo el resto de mi
vida ⸺dijo Juan Gordal mientras dejaba aquel urinario.
⸺Y eso ahora, que hubo días que tuvimos que
aguantar horas.Ir al baño fuera de casa era algo tremendamente
duro en la vuelta a la normalidad de la vida en el país
de nuestro protagonista. Aunque teóricamente salvo
las medidas de precaución que el gobierno prescribía a
la población, no siempre fáciles ni de cumplir por los
ciudadanos ni de vigilar por las autoridades, el país ya había recuperado su ritmo normal, o al menos lo
más normal que permitía el riesgo de contagio del virus que había castigado ese planeta, los servicios
públicos seguían cerrados, y no todos los locales tenían abiertos sus aseos. A veces uno llegaba al
de aguantarse las ganas de mear tanto tiempo que al final forzado entraba en el primer bar que veía y
sólo tras pedir una caña por disimular se daba cuenta de que ahí tampoco podía. Incluso Juan había
llegado en una ocasión a pedir que le dejaran ir al baño en un restaurante pijo.hacen falta tantos productos y tiempo que uno se
va siempre con sensación de haberse dejado algo⸺sentenciaba nuestro protagonista.⸺Sí, eso de llevar una botellita de gelhidroalcohólico de ese encima creo que era lo últimoque me quedaba por hacer. Y dicen que hay que tenercuidado con él que es muy inflamable.
⸺Eso es un bulo, Juan, pero acomodarse labotellita y vigilar de no mancharse con él para no ir
oliendo a alcohol y con los restos también tiene su
cosa ⸺dijo nuestro protagonista poniéndoselo
al salir del baño.Ya en la calle los dos hermanos continuaban hablandode la situación. Juan afirmó algo que en algún
momento había pasado por la cabeza de nuestro protagonista:⸺Pues igual ahora hay mucha gente que mea en los parques ¿no?⸺Mejor no hacerlo, que creo que están duros con las multas. En fin, que cada vez que se pase por
el Corte Inglés o un bar abierto habrá que aprovechar.⸺Habrá que hacerlo, sí.
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