miércoles, 19 de diciembre de 2018

Nochebuena 2018. Diferente, pero igual a todas.

Un año más, llegó la noche más importante en lo familiar para nuestro protagonista. Por desgracia, en esa ocasión había una baja importante. Sin embargo Doña Marta Palacios tenía la misma felicidad de siempre. Ya tenía una lista de everntos religiosos y musicales para acudir durante las fiestas. Era un añlivio enorme ver a Doña Marta. Ella, la que aquel año había recibido su jubilación forzosa (y bien ganada), la que temían los hermanos que encajara mal el proceso, la que parecía ser de otra época y otro momento, era la alegría de la fiesta. Necesario en un momento en que nuestro protagonista había conocido un tiempo la tranquilidad y satisfacción de ganar dinero con su trabajo, pero que después había vuelto a sufrir las dificultades a las que estuvo acostumbrado tanto tiempo y que ya creía cosa del pasado. Una alegría aquel año fue saslir esa noche de verdad con sus amigos, con más años peroidéntica ilusión y disfrute. Cuando llegaron Alvarito y Carolina, una vez más sintió la felicidad familiar en su propia casa. Es todo un misterio ver cómo la comunidad con varios de tus semejantes puede llenarte de alegría, ver cómo una matriarca familiar trnasmite un espíritu increíble, ver cómo puedes reeencontrate con gente a la que quieres... Y cómo algunos, como Juan Gordal se empeñan hasta en días tan señalados en su perfeccionismo con las cosas que prepara:

-No, así no, esta mayonesa va a tener muy mal sabor en la mesa con esos langostinos.

Mientras, nuestro héroe era capaz de pasarse las horas muertas viendo el Belén, símbolo de permanencia de la unidad familiar año tras año, donde hallaba un confort que el resto del año quería tener siempre presente. La tía Maria Cristina y el tío paco habalron por teléfono. Nuestro protagonista los oyó:

-De ninguna manera toméis más asado que marisco porque eso es muy malo para el ácido úrico... -dijo ella.
-Maria Cristina, por favor, no te meetas en la mesa de otors felicítalos y punto.
-Ay Paco, y ahora tú vas y te pones de su parte. En fin, ya te vigilaré a ti también

Toda esta armonía familiar fue aquel año rematada desde zaragoza por la pequeña Marimar, que ya hablaba cuando la tía Clara y los primos Mario y Felipe se comunicaron con los Gordal Palacios. Eso compensó en parte la ausencia de Diez, y nuestro protagonista casi se emocionó haciendo una reflexión: no había nada más allá que la unidad familiar. Que va cambiando, pero la noción de permanencia de lo importante sigue.


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