Un año más, llegó la noche más
importante en lo familiar para nuestro protagonista. Por desgracia,
en esa ocasión había una baja importante. Sin embargo Doña Marta
Palacios tenía la misma felicidad de siempre. Ya tenía una lista de
everntos religiosos y musicales para acudir durante las fiestas. Era
un añlivio enorme ver a Doña Marta. Ella, la que aquel año había
recibido su jubilación forzosa (y bien ganada), la que temían los
hermanos que encajara mal el proceso, la que parecía ser de otra
época y otro momento, era la alegría de la fiesta. Necesario en un
momento en que nuestro protagonista había conocido un tiempo la
tranquilidad y satisfacción de ganar dinero con su trabajo, pero que
después había vuelto a sufrir las dificultades a las que estuvo
acostumbrado tanto tiempo y que ya creía cosa del pasado. Una
alegría aquel año fue saslir esa noche de verdad con sus amigos,
con más años peroidéntica ilusión y disfrute. Cuando llegaron
Alvarito y Carolina, una vez más sintió la felicidad familiar en su
propia casa. Es todo un misterio ver cómo la comunidad con varios de
tus semejantes puede llenarte de alegría, ver cómo una matriarca
familiar trnasmite un espíritu increíble, ver cómo puedes
reeencontrate con gente a la que quieres... Y cómo algunos, como
Juan Gordal se empeñan hasta en días tan señalados en su
perfeccionismo con las cosas que prepara:
-No, así no, esta mayonesa va a tener
muy mal sabor en la mesa con esos langostinos.
Mientras, nuestro héroe era capaz de
pasarse las horas muertas viendo el Belén, símbolo de permanencia
de la unidad familiar año tras año, donde hallaba un confort que el
resto del año quería tener siempre presente. La tía Maria Cristina
y el tío paco habalron por teléfono. Nuestro protagonista los oyó:
-De ninguna manera toméis más asado
que marisco porque eso es muy malo para el ácido úrico... -dijo
ella.
-Maria Cristina, por favor, no te
meetas en la mesa de otors felicítalos y punto.
-Ay Paco, y ahora tú vas y te pones
de su parte. En fin, ya te vigilaré a ti también
Toda esta armonía familiar fue aquel
año rematada desde zaragoza por la pequeña Marimar, que ya hablaba
cuando la tía Clara y los primos Mario y Felipe se comunicaron con
los Gordal Palacios. Eso compensó en parte la ausencia de Diez, y
nuestro protagonista casi se emocionó haciendo una reflexión: no
había nada más allá que la unidad familiar. Que va cambiando, pero
la noción de permanencia de lo importante sigue.
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