-¿Y te gustaría entrar? -preguntó
Juan Gordal a nuestro protagonista.
-Hombre, no pagaría una entrada e
iría en el cordón policial, pero siempre he dicho que no hay nada
parecido en el fútbol mundial. A Argentina de momento no puedo ir, y
si me lo traen aquí...
Y es que el Boca-River era algo
inigualable. Desde el principio en la ciudad de nuestro protagonista
se habían echo comparaciones entre aquella final y las dos que
disputaron los equipos de la ciudad entre sí en la Champions. La
Copa Libertadores, su equivalente sudamericano, había juntado en la
final a los dos equipos más conocidos de Buenos Aires y de
Argentina. Todos los problemas del fútbol argentino y la violencia
exacerbada en los estadios salieron a relucir con ello. La final se
jugaba a ida y vuelta y ambos partidos tuvieron que ser aplazados.
Nuestro protagonista recordaba cómo al principio de la eliminatoria
había dicho que le parecía excesiva la medida de que no pudieran
entrar en campo extraño los aficionados del equipo visitante, y
ambos equipos parecieron empeñados en darle la razón. El colmo
llegó con el ataque al autobús de los bosteros en la segunada
intentona de jugar el partido de vuelta. Y con todo esto, después de
dar muchas vueltas, se llegó a la conclusión de que lo mejor
era... ¡jugar el partido en la ciudad de nuestro héroe!. Fran había
pensado en ir a verlo.
-Pero Fran, si ya sabes que son así
de bestias y que los jugadores argentinos buenos hace ya mucho que
juegan en Europa.
-Pero sigue siendo algo único de ver,
y si nos acercamos por ahí...
-¿No has visto ya lo malas bestias
que son?
-Mira, Juan, aquí vendrán los más
calmaditos, los que pueden permitirse un viaje de esas
características.. Y nuestra policía tiene más medios y mejor
organización que la de Argentina...
-Joder, estáq bien, iremos.
En esto sonó el móvil de nuestro
protagonista. Era Carolina Gordal:
-Oye, que os esperamos el domingo para
comer, es el cumpleaós de Alvarito. ¿Fran? ¿Fran? ¿Me oyes?
Nuestro héroe se quedó un poco
parado viendo cómo su plan saltaba por los aires. Juan en cambio
parecía feliz:
-La familia es útil por cósas como
éstas.
-Bueno, yo a Cárol la quiero mucho...
Pues nada, definitivamente nunca veré eso hasta que no vaya a
Argentina.
-Pues qué quieres que te diga, yo me
alegro de librarme de los bestias esos.
-Y de las argentinas que tanto te van.
-¡Serás canalla!
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