sábado, 7 de diciembre de 2019

Adultos y niños ante el alumbrado.



— Pues yo no sé en qué pensaban los que pusieron este alumbrado. Parece que alguien se haya hecho una paja y haya dejado el grumo colgado de la calle — comentó aquel transeúnte.

Juan y Fran Gordal habían oído críticas tremendas al alumbrado de navidad de ese y de otros años, pero aquella había superado en un momento todas las demás. La comparación era grotesca y rebuscada, pero en efecto aquella iluminación de barras colgantes con grupos de bombillitas blancas a lo largo de las mismas producía ese efecto tan grotesco.

— Pues ahora ya no voy a poder volver a pasar por esta calle sin pensarlo — comentó nuestro protagonista.
— Bueno, Fran, no te rayes, que sabemos todos lo que son, bombillitas.
— En otro tiempo las luces de navidad me llenaban de alegría e ilusión, y ahora cada año montan un Cristo por ellas.

Como queriendo confirmar lo que deía nuestro protagonista, un niño pequeño pasó al lado y le preguntaba a su padre:

— ¿Y por qué ponen estas luces, papá?
— Porque es una época muy bonita en la que nació el niño Jesús, en la que las familias se juntan, y en la que vienen los reyes y hay que celebrarlo hijo.

Fran se vio durante unos momentos reflejado en aquel pequeño. Pensó que quizás sólo en la infancia uno podía albergar esa primitiva ilusión y alegríqa. Pero inmediatamente el niño respondió a su padre:

— Pues a mí no me gusta, papá.
— Bueno, hijo, pues se pasa pronto y ya lo quitan.

Cuando aún el niño no se jhabía alejado, Juan Gordal le comentó a Fran entre risas que ni los niños mantenían ya el espíritu navideño. Fran sentenció:

— Pues a beber cerveza, que eso siempre levanta el ánimo y alegra.
— Sabía que dirías eso. Venga, vamos.



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