⸺Bueno,
si quitamos el tema de las mascarillas que lleva todo el mundo, y que
casi no se puede ir al servicio en ningún sitio, aquí estamos
practicamente como estábamos ⸺dijo Juan Gordal.
⸺Y
también estemos sentados en un banco vigilando una distancia
⸺respondió nuestro protagonista.
⸺Alégrate
que no hace tanto que los paseos eran vueltas al pasillo de casa. Ya
hasta puedes tomarte una cerveza en una terraza. Si encuentras sitio,
claro.
Y
es que aunque la normalidad completa parecía lejana, y desde luego
existían diferencias entre salir a la calle ahora y hacerlo antes de
la pandemia que se había abatido sobre el mundo de nuestros
protagonistas, ya eran pequeños detalles los que separaban de la
rutina habitual, y no al revés , lo que nos acercaba a ellos
recordándonos que la vida seguía. Ahora uno salía a la calle mucho
más tranquilo, y si en los primeros días de "libertad"
casi no se veía tráfico en las calzadas ni gente por las calles,
ahora ya se podía tener en los parques y calles compañía de niños
jugando, adolescentes quedando en grupo, vejetes tomando cafés
y cervezas en terrazas, etc.
—
Sin embargo yo siento que me falta algo, y no me refiero a poder ir
sin mascarilla — dijo Fran.
—
¿Tías? — Preguntó Juan.
—
Podría ser, pero sabes que ligo menos que ningún tío de mi edad,
salvo quizás algún sacerdote.
Entonces se acercó un hindú con un carrito y dijo una palabra que Fran casi había olvidado:
—
¿Cerveza?
—
¿Qué opinas, Fran? — preguntó Juan
—
¡Ahora mismo! Gracias, no sabes el peso que me quitas de encima.
—
Tres uro dos lata — respondió el
indio.
—
¡Como si fueran diez! Ahora sí que estamos de vuelta —
gritaba eufórico Fran
—
La cerveza tenía que ser. Lo imaginaba —
dijo Juan.
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