—Pues
qué quieres que te diga, Juan, viendo a la gente creo que tenía
razón la OMS cuando dijo que era reticente a recomendar el uso
general de mascarillas porque se olvidaban otras medidas al
tener una falsa sensación de seguridad —dijo nuestro protagonista
observando desde el cristal exterior aquel local que exhibía una
pegatina de que era seguro frente a la pandemia que se había
extendido por el planeta que habitaba mientras en su interior la
gente se agolpaba y compartía cervezas y tapas con una promiscuidad
digna de un banquete vikingo.
—Y
allí no se ponen ni la mascarilla que es lo único que les ves
respetar en la calle.
Los
últimos días era un tema recurrente en las conversaciones de la
gente que el país de nuestro protagonista iba a levantar el estado
de alarma que durante varias semanas había regido la vida en las
ciudades y calles del territorio nacional. Teóricamente se confiaba
en la responsabilidad de los ciudadanos para que mantuviesen unas
medidas de higiene y orden que mantuvieran al molesto y letal virus a
raya, pero desde el mismo momento que se relajó la cuarentena era
del dominio público que fuera de casa y tratando de llevar una vida
cotidiana común era mucho más difícil que la población tuviera
presente que el riesgo seguía existiendo.
—La
verdad es que somos como putos críos, que yo entiendo que si hay que
ir rápido al trabajo y coger el transporte público haya lugares
donde la aglomeración y el contacto sea inevitable, pero estar ya la
gente que solo les falta celebrar orgías...—comentaba Fran—.
Juan ¿me oyes?
—Es
que ahora que lo dices... —comenzó a contestar su hermano
señalando en cierta dirección.
Y
Fran cayó. Nunca hasta aquel día había prestado atención a una
pareja que se besara en la calle. Pero lo que le mostraba su hermano
bien merecía sombro y atención. ¡¿Pues no estaban aquellos dos
novios besándose a través de sus mascarillas?!
—Pues
nada, lo próximo tener sexo en mitad de la calle, pero eso sí, con
el trapito en la cara —dijo nuestro protagonista.
—Bueno,
¿te vas a poner en plan vigilante?
—Mira,
Juan, sabes que nunca me he fijado en cómo nadie se pega el lote,
pero es que me preocupa ver que no seamos conscientes de lo que se
puede y lo que no ante este problema.
—Te
has vuelto más escrupuloso, se ve.
—Quizá,
fíjate si será extraordinaria la pandemia que ha logrado que me
fije en eso.
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