Nuestro héroe se disponía a llevar al contenedor todas aquellas botellas y envases de vidrio
cuando Carolina Gordal apareció de algún pasillo y se le echó encima:
⸺¡Espera! ¡Espera! No te habrás llevado ese
bote de pimientos del piquillo ¿verdad? ⸺¿Uno que había al lado de la vitrocerámica? ⸺Sí, lo he estado lavando y limpiando para
poner en él mis semillas de chía. ⸺¿Chía? Cada día me vienes con una estupidez
distinta. ⸺No, es que como cereales porque el pan y las
patatas son malísimos para la salud. ⸺Voy a echar una ojeada a esa especie de despensa
con la que has ocupado la estantería de mis libros de no ficción.
Fran ya ni veía los tomos donde estudiaba todo lo que no fueran cómics o cine. Delante de ellos
había amontonados un montón de botes con diversas especias, frutos secos y cereales.
⸺¡Joder! ¡Si tienes más que en la despensa de la cocina! A ver: tienes canela, coquitos del
Brasil, semillas de lino, bayas de goji... ⸺Pues estoy sanísima. ⸺Ay, qué cargante eres. ¿Te crees que estos hidratos se diferencian en algo de los de las patatas? ⸺Pues mira en qué forma estoy y cómo tengo las tetas a mi edad. ⸺Ahora las tetas. Has retrocedido 20 años. Al menos podría ponerlos en la despensa de la
cocina. O bueno, quizás no porque habría que sacar lo demás. ⸺¿Os afeo yo lo que coméis? Pues dejadme a mí. ⸺No, si yo a tus comidas ni me acerco. ⸺¡Ni se te ocurra! ¿Me oyes? Como toques mis especias la tenemos. ⸺De acuerdo, pero entonces tampoco uses nuestra pimienta, cominos, pimentón, tomillo... A
ver quién se cansa antes ⸺sentenció Fran riéndose ante la sola idea de comer de las vituallas de
su hermana.
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