―Pues la verdad
es que es
molesto y
se siente
uno raro
―comentó
nuestro
protagonista al
llegar la tarde de aquel día. ―Bueno, para ti sólo es hoy. Pero yo ayer dejé también de ducharme ―contestó Carolina. ―Por lo menos parece que la obra está ya hecha.Aquel día los hermanos estaban pasando un día extraño tras unas obras en su casa a
consecuencia de unas filtraciones de agua que afectaban a sus vecinos de abajo. El albañil
había sellado las grietas del plato de ducha, con lo cuál teóricamente ya no debía pasar
agua a los pisos de abajo. Pero ahora había que dejar fraguar la silicona y eso suponía no
poder ducharse un día.
―Lo jodido es que ni siquiera tengo claro que lo que les pasó a los vecinos viniera de nosotros,
pero bueno, por lo menos lo han arreglado rápido. Y lo ha cubierto el seguro ―comentó nuestro
protagonista. ―Pero nos tienen sin poder usar la ducha y eso repercute en todo, se siente uno raro ―contestó
Carolina. ―Bueno, es sólo un día y se puede llevar medio bien. Mañana no nos acordaremos de nada.Así ocurrió y por fin a la mañana siguiente pudieron ducharse todos en casa de los Gordal
Palacios. Después de que Juan y Carolina hubieran pasado por ello, nuestro protagonista se
dispuso a entrar. Pero entonces alguien llamó a la puerta. Juan abrió:
―Hola, soy la vecina de abajo. Mira, que resulta que habéis cambiado la ducha, pero me cae
agua de la bajante. ―¡Oiga, eso nos lo podría haber dicho antes! ―Bueno, a ver si llamáis al seguro porque resulta que está aquí mi madre sola... ―¡Acabamos de llamar! ¿Seguro que es nuestro? ―Dice nuestro fontanero que sí. ―¡Diles al menos que me dejen acabar de ducharme, Juan!―gritó nuestro protagonista ―Bueno, llamaremos, pero esto nos lo podía haber dicho antes ¿eh? ―Sí, vale. Tengan cuidado con las cosas del agua ¿eh? ―dijo el vecino y cerró la puerta. ―¡Que tengamos cuidado! Si no nos dejan ducharnos. A ver si yendo llenos de mierda nos dejan
en paz de una vez ―gritó nuestro protagonista.
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