—Bueno, pues ha
quedado bien
¿no? —preguntó
Fran observando
el arreglo que
Juan Gordal y
él habían
llevado a cabo
en el lavabo
de casa. —Sí, menos
mal, porque cuando lo he visto me han llevado todos los demonios. Lo malo es que
hemos perdido la colonia.El día había empezado con prisas por varios motivos para ambos hermanos, los que había llevado
a que en la precipitación y el nerviosismo el frasco de colonia buena que tenían ambos hermanos
cayera sobre el lavabo y lo rompiera. Juan comenzó a lamentarse temiendo que fuera necesario
un arreglo de muchos cientos de euros, pero Fran lo vio más fríamente y reparó que sólo se
había desprendido un trozo del borde y que era posible pegarlo con el producto adecuado.
Cuando ambos hermanos tuvieron a mano pegamento del fuerte se pusieron a la tarea y ahí
estaba otra vez el lavabo esplendoroso.
—Bueno, Juan. Ya ves que no ha sido tan terrible —comentó nuestro protagonista—. Ahora ya
ha pasado lo peor. —Puede ser, pero yo tengo los dedos llenos de pegamento y tengo que irme a trabajar. Y
manipular comida.Fran pensó qué productos de los que tenían en casa podían ayudar a limpiar las manos de su
hermano: acetona, alcohol, agua oxigenada... Pero Juan optó por otro más fuerte más apropiado
para otros usos.
—¡Pero que eso es lejía! —gritó Fran. —Ya, pues es lo que mejor funciona. —Como te caiga en la ropa sí que va a haber problemas serios —Eso ya lo veremos. Ahora lo que importa es esto. No puedo perder más tiempo. —Y esperemos que no pierdas ropa —sentenció nuestro protagonista.
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