—Pues bueno, es ameno —dijo Fran al acabar de leer aquel cómic. —La verdad es que yo no creía que me fuera a gustar tanto.
Yo me esperaba una cosa de
folclore y artista atormentada sin más —añadió Juan GordalLos dos hermanos hablaban del cómic Doña Concha. La
rosa y la espina, de
Carla Berrocal, una autora que los hermanos conocían y
habían seguido con interés desde hace tiempo, viendo sus
inicios en Chile y sus adaptaciones de Migoya, y que había
mostrado un interés muy grande durante
cierto tiempo por llevar al cómic la vida de Concha Piquer.Gracias a ello los dos hermanos conocieron aspectos que
ignoraban de la artista, como su iniciativa, su independencia y
varios otros valores que en realidad parecían encajarse muy bien con los intereses de Berrocal
en varias causas.
—La historia del boxeador judío americano yo no la conocía —comentó Fran. —Ni esos abscesos de carácter que manifestaba —respondió Juan. —El dibujo sí que es un cambio de tercio respecto a lo que hacía Carla que me ha dejado
tonto —comentó nuestro protagonista. —Creo que buscaba adecuarse lo más posible a la estética del momento de la historia. —Pero es muy expresionista y yo creo que le va bien. —Es que Carla es una autora inteligente. —Espero que a nadie se le ocurra hacer una edición en color. —Calla, ni lo nombres. —Eso sí, me pregunto el recurso ese que usa varias veces de dibujar un sólo ojo qué objeto tiene. —Eso habrá que preguntárselo a ella, pero vamos, que es un cómic recomendable. —Y para que nosotros digamos eso con los cómics que suelen gustarnos... —Ahí queda eso.
Ficha del cómic, aquí.
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