Nuestro protagonista se aseó y se vistió lo mejor posible para aquella entrevista. El trabajo que
le ofrecían supondría un paso adelante importante en su situación. De modo que lo preparó con
esmero. Pero cuando se daba los últimos toques en el pelo en el espejo no dejaba de destacar
aquella maldita llaga en sus labios, en todos ellos, que llevaba dos días intentando sobrellevar.
Se preguntó si eso no le perjudicaría en la entrevista.
—Porque obviamente ir a la entrevista con un pasamontañas está descartado —comentó con
desesperación a Carolina Gordal antes de salir. —Mira, yo no sé qué haces con las verduras, pero no es normal que te salgan tantas llagas
en la boca. Tú sabrás si comes bien o qué pero esto no es normal. —Eso ahora no importa, tengo que ir. —Mira, úntate un poco de esta pomada y a ver qué pasa. —Lo haré, pero no creo que en el trayecto de aquí a allí me arregle el problema.
Nuestro protagonista se untó de aquella crema y sí que notó que sentía menos que antes las
llagas en los labios. Pero tenía unos mejunjes blancos rodeándole la boca que hacían muy mal
efecto. Se los extendió lo que pudo hasta dejar de verlos, y por fin se puso en camino. Al llegar
a la entrevista todo fue normal, y la chica que le atendía le miraba normalmente a la cara con
ese gesto de los entrevistadores de trabajo tan característico de ellos y que deben tener bien
ensayado. Todo iba bien hasta que hizo una pregunta concreta:
—¿Padece o ha padecido alguna enfermedad de larga duración? —No, otras veces he tenido calenturas en los labios pero siempre se me pasan. —¡Ah, es verdad! —dijo la entrevistadora—. Pues no lo había visto. Bueno, ¿dice que es
temporal, no?
Nuestro protagonista se enfadó interiormente consigo mismo por haber hecho notar un defecto
que parecía no haber sido apercibido por la encargada de la entrevista. Se preguntó si no estaría
exagerando la importancia de aquella calentura. Llegó a casa pensando sobre ello.
—¿Cómo te ha ido? ¿No te han echado?—Le preguntó Juan —Si no digo nada, igual hasta le pego un beso en los morros a esa chica —sentenció con ironía Fran.
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