Fran encendió la lámpara para seguir pudiendo ver lo que le quedaba del día. Eran
las cinco y media de la tarde, pero llegando a las navidades y con ellas al
solsticio de invierno, a esa hora ya escaseaba la luz natural.
—No soporto esta época que a media tarde es
ya de noche —dijo Carolina—. No me
extraña que la gente se deprima en esta
estación. —Es algo natural, Carolina. Lo hemos
soportado desde el principio de la vida
en este planeta. —Pero es que no hay forma de coger luz del sol. Y encima hace un frío tremendo. —Bueno, es el invierno. —Sí, si será normal, pero hay hasta animales que en esta época se aletargan para no
sufrirlo. —Yo estos días tuve que poner otra manta en la cama para dormir bien. Por la noche cogía frío. —Habrá que acumular reservas como hacen esos animales. —Pero lo de la falta de luz sí que es una jodienda. Piensa que ahora estoy estudiando las
oposiciones, que tú preparas lo de tu trabajo, que hay que poner bien la ropa... Y todo
eso hay que hacerlo con luz artificial. —Pues dicen que es para ahorrar luz para lo que se hacen los cambios de horario.
Yo no sé de quién. —De todas formas en invierno se sigue yendo antes la luz.—Yo lo único que sé es que quiero que esto se acabe.
A las siete de la tarde ya ambos hermanos se habían olvidado del asunto de la luz, pero
Carolina no dejaba de pensar en la llegada del verano y en salir al sol.
—Todavía queda para eso, Carolina. Si quieres tomar la luz de la bombilla... —No, déjalo. Pero que largo se me hace el invierno.
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