Aquella Nochebuena era especial para Fran, Carolina y Juan. Evidentemente esa noche
se iba a echar mucho en falta a las figuras familiares que otros años habían estado
a la mesa. La tía María Cristina les había invitado a celebrarlo con ellos.
—No será lo mismo pero bueno, tendremos
a la familia a la mesa y estaremos un año
más —comentó Fran. —Papá y mamá hubieran estado muy
contentos en esta celebración —dijo emocionada
Carolina—. Nos acordaremos de ellos. —Y lo peor es que ya en casa no tenemos a nadie más mayor que nosotros. Nos hemos
quedado para todo en primera línea —terció Juan.
Al llegar a casa de la tía María Cristina y ver el Belén los hermanos sintieron cierta melancolía,pero sin embargo la mesa que los tíos tenían puesta les levantó el ánimo. Y también el tío
Paco con su botella de vino sobre la mesa:
—¡¿Pero que no van a beber aquí mis sobrinos o qué?! —¡Pasa un poco! —dijo nuestro protagonista. —Os vais a emborrachar antes de la cena —comentó Juan. —Pasa tú también y ven aquí.Y así mientras ponían sus puntos de vista en común, mientras cenaban marisco, pato,
varios deliciosos embutidos, le moral de los hermanos fue subiendo. Y más cuando
comenzaron a llegar mensajes a sus móviles: del primo Mario, de Marcelo, la Coralia...
Sí, aun ese año el calor de los suyos se dejaba sentir. La tía Maria Cristina volvió a recordar
en la cena a Doña Marta Palacios y todos los ausentes. Y Fran sentenció:
—Disfrutemos muchos años, que es el mejor homenaje que podemos hacerles. Ellos querrían
estar aquí. No lo estropeemos los que podemos. ¡Feliz Navidad, familia! —¡Feliz Navidad! —gritaron todos los presentes.
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