-¡Siéntate, mamá! -dijo Juan Gordal-. Vete uno de esos programas de cuplés o puntillas que les gustan
a las señoras de tu edad que yo friego.
-¡Ni hablar, hijo! Aún tengo fuerzas. Ya me pondréis en una mecedora a los 90 años.
-Hombre -terció Fran-, tampoco falta tantísimo para eso y llevas todo el día de aquí para allá.
-¡Ya está bien! No me dejáis hacer nada. Habéis hecho la cena, limpiado, barrido... ¡Yo voy fregar
los platos y nadie me lo impedirá!
-Pero tú no ves casi nunca la tele -dijo Fran-, tienes poquitas alegrías...
-¡No volváis a tratarme así! Todavía tengo fuerzas para daros una bofetada. ¡Vamos, hombre! ¡Con todo
lo que me queda por leer, por ver, toda la música que escucho...
-Bueno -dijo Juan que entre tanto había ido a la cocina y fregado los platos-, ya está hecho.
-¡Al final os lleváis la bofetada! -dijo Doña Marta-. ¡A ver por qué no voy yo a hacer nada1 ¡Ya está
bien!
-No hay quien acierte -dijo Fran-, muchas madres se quejan de que sus hijos no den golpe en casa y tú...
-¡Pues que os adopte una así!¡Yo aún tengo vigor!
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