-Joder, mamá. La verdad es que tienen
una pinta extraordinaria -dijo Juan de
aquellas caballas escabechadas.
-La verdad es que yo no traigo mucha
caballa, pero hoy tenía tan buena pinta que
no me he
resistido.
Fran y Juan Gordal llevaban varios días
bajo la “amenaza” de un escabeche de
Doña Marta, una comida de la que
no eran especialmente amantes. Nuestro
protagonista solía decir que
antes, cuando los alimentos se estropeaban,
se usaba el escabeche para conservarlos, pero ahora,
que el pescado y la carne llegan fresco no había
motivo. Madre y hermano esperaban su llegada, y cuando
ésta se produjo se lo comunicaron:
-¡No jodáis! -dijo-. Os he explicado muchas veces que...
Aquí nuestro protagonista calló a la vista de la olla llena.
-La verdad es que está como nunca.
-¡Cómo será para convencer a Fran, mamá! -añadió Juan.
-Venga, sentaos a la mesa.
Los filetes de aquella caballa se deshicieron y
adquirieron muy rápido el gusto del vinagre y el
escabeche.
-Y encima, ni necesita limón -dijo nuestro
héroe.
-Míralos -añadió Doña Marta-, los que no les
gustaba el escabeche.
-Como este sí, mamá.
-Pues es el mismo de siempre, solo que el
pescado era muy bueno.
-Y enorme -dijo fran-, me lo imagino cuando
estuviese crudo y terso y alucino.
-Para que no volváis a condenar mis plato.
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