-¡Mis buñuelos no me los quita nadie! -gritó Doña Marta Palacios el día de todos los santos.
-Pero mamá -intentó razonar Fran-, es que el médico te ha dicho que controles el azúcar, que
corres el riesgo de...
-De ser diabética, sí. Y la he controlado durante meses. ¡Pero mis buñuelos no me los quita nadie!
¡Ni los huesos de santo! ¡Faltaría más!
-Mira que papá lo pasó muy mal con la diabetes.
-Ya llevo yo control de mi verdura y mi fruta, pero mis buñuelos son míos.
Era cierto que Doña Marta se estaba vigilando los valores de azúcar y llevando una dieta estricta.
Pero también que desde hacía meses previno que no dejaría de tomar los dulces propios de la época.
Le gustaban demasiado para renunciar a ellos.
-¿Pero sabes que igual esto te condena a no tomar más ningún año?
-Pues ya los compraré de diabéticos
-Mira que eso es un lío, que hay que sustituir.
Doña marta abrió el paquete y sacó dos de los buñuelos.
-Anda tómate dos y calla.
Fran efectivamente cerró la boca con aquellos dos buñuelos, y Doña Marta ganó la disputa.
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