-¡Bueno, Diez, tranquilízate! -dijo nuestro héroe a su perro.
-¿Pero qué le pasa? -intervino Juan.
-Que está muy enfadado con la escoba.
La escena era la siguiente: Fran había barrido el salón llevándose
un hueso y otras “provisiones” que el perro quería guardar. Había
reaccionado ladrando con ferocidad a la escoba, pero esta llevaba ya
un buen rato quieta en una esquina y el animal seguía excitado.
-¡Hazle cucamonas!
-Eso le cabrea más.
-Pues tírale su juguete.
-Ya lo he hecho. Lo persigue pero vuelve ladrar.
El perro cambió y se dirigió al cubo. Sacó buena parte de la basura para recuperar su hueso y se
calmó. Juan rió y le acarició. Pero Fran estaba casi llorando.
-Todo mi trabajo a la mierda en un minuto.
-Pero ha sido muy divertido, Fran.
-Ahora mismo estoy muy cabreado.
-Te prometo que yo lo recogeré.
-¡Nos ha jodido que recogerás!
Juan volvió a barrer y Diez a ladrar a la escoba y al cubo.
-Cállate, cabrón -dijo Juan.
-Nada, el problema es todo tuyo. Dijo Fran riendo ahora.
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