lunes, 9 de febrero de 2015

La mancha.

 -Vaya tapa, ¿eh? -dijo nuesro héroe. Juan no 
respondió. Estaba con esa cara tan característica
 suya de incomodidad por alguna causa que sólo 
el veía-. ¿Bueno, qué te pasa? Quien no te 
conociese diría que tienes la regla.
 -No vuelvas a decir eso en voz alta y... y...
 -Hasta te falta el aire. ¿Qué cojones te pasa?

 Juan señaló con un dedo tembloroso y torciendo 
aún más el gesto a algún punto de los pantalones 
de Fran. Este los miró detenidamente.

 -Bueno, ¿qué tienen mis pantalones? No veo nada.
 -Fran, tienes un mancha terrible aquí.
 -¿En serio? Bueno, ya la lavaré al llegar a casa.
 -¡No puede ser en casa! ¡Vete ahora mismo al baño y no pares hasta que te la quites! ¡No puedo verlo!
 -Bueno, no grites tanto ahora voy

 Después de tres minutos largos de frotar con la uña como pudo Fran volvió. Juan se puso pálido como
 si se estuviese desangrando, y empezó a balbucear temblorosamente.

 -Es... es... p... peor aún. T... tienes que tener ma... más... cuidado con eso.
 -Bueno, no creo que sea para que te de un vahído y además acabo de hacer lo que tu decías.
 -¿No pu... puede... puedesss... tapártelo con el jersey?
 -Mira, Juan, para qué te voy a mentir, empiezo a estar hasta los huevos.
 -Yo no puedo venir contigo así. Cuídate más o no vuelvo a ir contigo.
 -Mira, si no fueses mi hermano, ahora mismo te daba de hostias. No me extraña que nadie vaya
 contigo si te pones así de pesado.
 -¡Encima eso! Te cabras tú después de joderme la salida.
 -¡Pues nada! ¡Búscate una tía, o mejor otro marica como tú que te aguante esto! ¡me tienes hasta los 
huevos!
 -¡Y encima gritas! Eres un maleducado. Yo me voy a casa.
 -Joder, o sea que ni allí me libraré de tí.
 

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