-Vaya tapa, ¿eh? -dijo nuesro héroe. Juan no
respondió. Estaba con esa cara tan característica
suya de incomodidad por alguna causa que sólo
el veía-. ¿Bueno, qué te pasa? Quien no te
conociese diría que tienes la regla.
-No vuelvas a decir eso en voz alta y... y...
-Hasta te falta el aire. ¿Qué cojones te pasa?
Juan señaló con un dedo tembloroso y torciendo
aún más el gesto a algún punto de los pantalones
de Fran. Este los miró detenidamente.
-Bueno, ¿qué tienen mis pantalones? No veo nada.
-Fran, tienes un mancha terrible aquí.
-¿En serio? Bueno, ya la lavaré al llegar a casa.
-¡No puede ser en casa! ¡Vete ahora mismo al baño y no pares hasta que te la quites! ¡No puedo verlo!
-Bueno, no grites tanto ahora voy
Después de tres minutos largos de frotar con la uña como pudo Fran volvió. Juan se puso pálido como
si se estuviese desangrando, y empezó a balbucear temblorosamente.
-Es... es... p... peor aún. T... tienes que tener ma... más... cuidado con eso.
-Bueno, no creo que sea para que te de un vahído y además acabo de hacer lo que tu decías.
-¿No pu... puede... puedesss... tapártelo con el jersey?
-Mira, Juan, para qué te voy a mentir, empiezo a estar hasta los huevos.
-Yo no puedo venir contigo así. Cuídate más o no vuelvo a ir contigo.
-Mira, si no fueses mi hermano, ahora mismo te daba de hostias. No me extraña que nadie vaya
contigo si te pones así de pesado.
-¡Encima eso! Te cabras tú después de joderme la salida.
-¡Pues nada! ¡Búscate una tía, o mejor otro marica como tú que te aguante esto! ¡me tienes hasta los
huevos!
-¡Y encima gritas! Eres un maleducado. Yo me voy a casa.
-Joder, o sea que ni allí me libraré de tí.
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