-¡Venga, Diez! -insistía nuestro héroe con el perro-.
Que lo ha dicho la veterinaria, tienes que andar.
Diez, quizás por los años, se estaba volviendo
muy vago. En cuanto uno se alejaba a cierta
distancia del domicilio, él se negaba a dar un paso.
Recientemente había tenido un pinchazo
en la espalda, pero ya curado seguía igual. Ello
hacía que nuestro protagonista andase menos,
cosa que podía remediar, pero es que la veterinaria
se lo prescribía al perro y si lo arrastraba, igual
volvía a descolocarle la espalda.
-Pues a ver cómo hacemos -dijo Juan que también
salía-. No ha dado un paso desde que salió de casa.
-Y encima llama la atención. La gente se nos queda mirando.
-Hombre, no tanto. Yo no...
Juan no pudo acabar esta frase. Un transeúnte pasó al lado de los hermanos y dijo riéndose:
-No quiere andar, ¿eh?
-Pues no, tira para atrás, pero si damos media vuelta hasta corre.
Juan hizo la demostración y el hombre aquel rió. Pero vino otro tipo de espectador. Casi siempre este
tipo se corresponde con una mujer de cierta edad, desocupada y con cara de casi llorar.
-¡Huy pobrecito! No lo maltraten.
- Pero es que la veterinaria ha dicho...
-Pues cambien de veterinaria, o si se muere se muere, pero no lo arrastren, tengan piedad -dijo la
señora sin dejar a Fran ni acabar la frase.
-¡Encima me llaman maltratador! Los perros pequeños siempre llevan las de ganar.
-Pues no sé -dijo Juan-, cambiemos de itinerario a ver.
Diez caminó de buen grado unos cuantos pasos, pero después volvió a tirar para el otro lado. Otro
transeúnte volvió a sugerir:
-¿Y han probado por otro camino?
-¡Todo el mundo sabe lo que hay que hacer
menos nosotros! -dijo Fran en tono un poco agrio cuando
el hombre se fue.
-Bueno, hoy vuelta a vuelta hemos conseguido que ande.
Pero algo habrá que hacer.
-Seguro que si engorda y no anda, nos acusan de
maltratadores por no sacarlo. Los perros pequeños
llevan siempre las de ganar.
-Sí, nos ha dejado cansado el brazo, el cabrón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario