-¡Qué rápido se pasa lo bueno! Ya se acaba la semana santa y
no me ha dado tiempo nia enterarme de ella -dijo nuestro
héroe el lunes de Pascua.
-Bueno, hemos comido torrijas, potaje, salido, visto
exposiciones, oído misas... -dijo Doña Marta Palacios.
-Lo de las misas no lo dirás por mí -aclaró nuestro héroe-,
que yo no hago eso más que por prescripción facultativa.
Procesiones si he visto, pero las encontré, no las busqué.
Aun así creo que es justo reconocer que me quedé cautivado
viéndolas.
-Lo mejor -dijo Juan-, el potaje.
-¡Pero cómo puede gustaros eso! -dijo nuestro protagonista-. ¡'Si de hecho es una comida para hacer
penitencia por pecados! ¡A ver qué culpa tengo yo de que crucificasen a Cristo!
Doña Marta respondió inmediatamente con una
bofetada en la cara de nuestro héroe:
-¡Ni se te ocurra soltar blasfemias de tal calibre!
-Bueno, seré más comedido, pero mira a lo que
lleva el potaje. Con las torrijas eso no pasa.
-Anda, abre el huevo de pascua que he traído y
piensa antes de hablar.
-Sí, bueno, el huevo de pascua aliviará un poco
la sensación del potaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario