Ahora
que se estaba generalizando el uso de los dibujos por ordenador en
tres dimensiones (incluso para llevar a Charlie Brown al cine),
nuestro héroe recordaba una de las últimas grandes joyas en dibujo
tradicional. El
Gigante de hierro
era seguramente la mejor obra¡a de Brad Bird, director
posteriormente contratado por la Pixar para Los
Increíbles.
Aun cuando ésta última era muy buena, el director, autor también
de uno de los episodios más vistos de la serie de los Simpson,
Bart en suspenso,
tuvo más libertad en el Gigante, y nos narró una historia
entrañable en la que un niño americano de los años cincuenta
llamado Hogarth recibía en su casa la caída de una artefacto
alienígena. El pequeño descubría un enorme robot en el mismo
artefacto al que salvaba de la electrocución y a partir de ahí
ambos se hacían amigos. Todo se complica cundo, como al estilo de
las grandes obras de la serie B de esa época el ejército interviene
e investiga el incidente en el marco de unas operaciones de defensa y
un funcionario especialmente quisquilloso hará la vida imposible la
familia de Hogarth.
-La
verdad es que era todo un descubrimiento -dijo nuestro protagonista-.
No sé cómo no tuvo más éxito.
-Hombre,
es conocidilla -reconoció Juan-, pero sí, me parece genial. Y
además relativamente sencilla.
-Sí,
porque los personajes son pocos, el pueblo pequeño, y la historia
sencilla. Pero tan entrañable que atrapará a cualquiera.
-Y
ese gigante, que Crolina decía hasta que sonreía.
-Y
el malo este, que se hace odiar como él solito.
-Pero
además, todos los homenajes a la serie B, al cine de ciencia
ficción, als películs de l guerra fría...
-Una
obra, en suma, que hay que ver.
Ficha de la película, aquí.
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