miércoles, 3 de febrero de 2016

Nunca pensé que me cería así con la bici.

Como si fuera una premonición, todo empezó cuando Doña Marta preguntó a Fran si había llegado a caerse alguna vez con la bici:

-Yo es que no comprendo cómo en solo tres días la dominaste y sin ningún problema.
-Bueno, tampoco tengo todavía mucha práctica y en algún momento supongo que me caeré, pero si uno fuese con miedo a los accidentes, al final no haría nada.
-Lo comprendo, pero a mí, por ejemplo, que se me despellejen las rodillas me parece horrible. Será porque me la he esguinzado varias veces.
-Mamá, uno no puede ir pensando en ello.
-Bueno, llévate estas camisas que te he planchado a tu cuarto.

Fran lo hizo y al abrir la puerta de la habitación tropezó con la rueda delantera de la bicicleta. Las camisas volaron y se arrugaron de nuevo, y nuestro héroe cayó de rodillas. Se levantó sintiendo un escozor en las mismas que no recordaba desde muy crío. No sabía si de adulto había llegado a caer de aquella forma.

-¿Ves, hijo? ¿Te has hecho daño?
-Puedo soportarlo -dijo nuestro héroe aún escocido-, pero ya ves, voy y me caigo con la bici sin montarla. ¡Es la leche!
-Ponte hielo en las rodillas, hijo y mira que cuando te digo las cosas es por algo.
-Bueno, yo lo que veo es que sin montar también te puede pasar y uno no debe tener miedo.
-Sí, pero ahora estás dolorido y te has tenido que tragar las palabras.


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