-Qué
bien hemos comido, ¿verdad Cárol? -dijo nuestro protagonista cuando
los tres hermanos acabaron su yantar.
-Pero
me preocupa que no he visto a mamá.
Aquel
día Carolina venía a comer, y Doña Marta había anunciado que por
la mañana se haría un análisis de sangre. Pero creían los tres
hermanos que estaría al medio día. Lo prepararon todo, pero Doña
Marta no había llegado a las tres y media, por lo que decidieron
comer ella. Carolina, como siempre se había puesto en lo peor, que a
Doña Marta le hubiese pasado algo, pero los dos hermanos decidieron
que a las cuatro lo mejor era sacar a Diez. El perro, que parecía
comprenderlo, se puso a ladrar agitarse y dar muestras de alegría.
Le pusieron su correa, pero justo cuando iban a salir, la voz de Doña
Marta en la escalera les anunció su llegada:
-HolahijosnohesalidohastaahoraporquelosniñosteníanunexamenmealegrodeverteCarolinaproque
teníamuchoquedarteyquehablarcontigosacadaDiezsiqueréisyahorahablamosquetengoqueiralbaño...
Fran
miraba absorto la retahíla de su madre que en menos de un minuto
había tocado una cantidad de asuntos enormes, cuando otra persona
llamó al telefonillo:
-Seráelrevisordelgasquehabíaquedadoconélhoyqueyaestabacambiadoelcalentadorpararevisar
porqueantesno
teníamoselnuevoperovieneahora....
-¡Joder!
-dijo Carolina-. ¿Y la cocina está como está para recibirle?
Fran
se sonrojó. Su madre había llegado cansada, con cosas por hacer, y
él de primeras la había fallado no preparando la cocina y además
acababa de guisar en ella.
-Buenohijaestámuybienyoahorahabloconéldéjame...
-Perdona,
mamá -dijo Fran sonrojado- Si hubiese sabido...
-Ayhijositelodijeayerbuenoyallegadéjameconél...
En
este punto Juan intervino:
-Mejor
vámonos con Diez.
-Pero
después de horas, sin comer, ni beber, recibe a este tío así -dijo
Carolina.
-El
gas de la cocina no sé, el de mamá, va a todo trapo -remachó Fran.
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