Tras
acabarse aquella pechuga por la noche Fran no podía creerlo: allí
ante él estaba la carcasa del segundo de los dos pollos que se
habían juntado tres días antes en el horno. Tranquilo exclamó:
-Joder,
nos va a salir el pollo por las orejas. Menos mal que ya se acabó.
-A
ver si nos entendemos mejor, hijo -sentenció Doña Marta.
Y
es que el origen de aquellas seis comidas seguidas de producto
avícola tuvo origen en un malentendido de ambos. Hacía tres días,
los dos, cada uno de forma independiente, se habían dado cuenta de
que no tenían comida para el día siguiente. Entonces Fran, con unos
billetes que había encima de una repisa decidió traer un pollo,
solo para descubrir que Doña Marta había tenido la misma idea.
Consecuentemente dos pollos se juntaron el el horno, y con ellos más
cantidad de comida de la que podían tragar en un ágape. Comieron y
cenaron, pero quedaba uno entero y un ala. Por suerte Carolina venía
a casa al día siguiente y entre todos se tomaron medio más. Pero
para la cena ya empezaban Fran, Doña Marta y Juan a estar rebosantes
de pollo. Sólo quedaba una pechuga y un la, pero cansados casi no la
tocaron a medio día. Solo en la cena pudieron acabárselos.
-Bueno,
ha sido graciosete, pero no quiero nada que tenga plumas y alas en un
mes -dijo Juan-. Yo aquel día te confirmé que mamá traería
comida, pero no escuchas.
-El
caso es que nos lo hemos acabado.
-Sí,
hijo. Pero como dice Juan, yo nunca os dejo sin comer. Si no tenenos
comida la traeré.
-Pero
es que se hacía tarde y..
-Bueno,
tú otra vez piénsalo, que un poco más y nos salen plumas y
cacareamos.
-Al
menos Diez no parece molestarle -dijo Fran viendo cómo limpiaba su
bebedero.
-No,
a ése no -dijo Juan.
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