miércoles, 26 de octubre de 2016

Pérdidas por la lluvia en Madrid.

Juan y Fran Gordal volvían aquella tarde bajo una lluvia persistente. El otoño este año había venido, al menos a Madrid, como se espera de la estación: con temperaturas imprevisibles tendentes a la bajada y lluvias intermitentes. Aquella había pillado a los hermanos de lleno.

-Bueno -dijo Juan-, nosotros nos mojaremos, pero no vamos a perder nada.
-¿Y qué íbamos a perder? Nosotros no tenemos cosechas que puedan pudrirse, ni vivimos en un piso bajo que pueda inundarse ni...
-Sí, la verdad es que viviendo en pleno Madrid en esta época estamos un poco alejados de eso.
-Voy a pensar qué podría joderme a mí la lluvia. Recuerdo una vez que bajé a por los periódicos, me pilló un chaparrón y el periódico llegó a casa empapado y borroso.
-Pues si eso es lo máximo que has perdido... Yo recuerdo una chaqueta de ante que tenía, que ya sabes que le va muy mal la lluvia, y un día que salí con ella hubo una tormenta y se le quedó un color muy raro.
-Pero todo esto tiene arreglo, yo creo que aquí en Madrid nadie se queda sin comer por la lluvia.

Y entonces ocurrió algo inesperado: una mujer que cruzaba la calle llevando un paquete de panadería o pastelería tropezó y el paquete cayó en un charco. La mujer, que aparentaba una situación económica y social cómoda, se lamentaba:

-¡Joder! Esta empanada era para la cena. ¿Y ahora qué hago?

Los dos hermanos observaron la empanada empapada de agua sucia y pensaron que no le quedaría otra que pedir comida a domicilio.

-Pues ya ves, Fran, sí que te puede dejar aquí la lluvia sin cena.
-Este mundo nunca deja de sorprendernos.


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