-Pues
un año más ha llegado el día de difuntos, Juan -dijo nuestro
protagonista.
-Sí,
pero todavía se ven muchos de los que se disfrazaron celebrando el
Halloween.
-Cada
año más, no hay manera de pararlo.
-Pues
dicen ahora que aquí se celebraba el Halloween desde los tiempos de
los antiguos iberos.
-No,
mira, fiestas similares de hogueras, leyendas de brujas y monstruos
había aquí, como en casi todas partes, pero ahora se celebra por lo
que se celebra.
-Y
somos tú y yo los únicos que parecemos resistirnos.
-Depende,
que una cerveza en los sitios que lo celebran y un poco de bromas con
las chavalas disfrazadas de brujas sí que hemos hecho.
-Pero
no nos hemos disfrazado -dijo Juan.
-No,
porque nosotros no damos de vampiros ni de zombies...
-Bueno,
si sales con un jersey un poco castigado, algo roto y...
Aquí
Juan se interrumpió bruscamente. Se dio cuenta de que el jersey
negro que llevaba tenía manchas de yeso y aún más grave: ¡la
cremallera de sus pantalones no cerraba bien!
-¡Vámonos
a casa! -dijo
-¿Por
qué?
-Joder,
echa un vistazo, si eso luego te lo explico.
Fran
rompió a reir y no dejó de gritar:
-¡Te
has disfraazado de zombie sin preteenderlo!
-Eso,
encima ve pregonándolo.
Ya
en casa, Juan se cambió de arriba a abajo, y con otro animo abrió
una caja de buñuelos de viento:
-Sigue
siendo lo mejor de estas fechas, los buñuelos y los huesos de santo.
-Pero
si ya nos disfrazamos hasta sin querer, a ver cuánto tiempo los
mantenemos.
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