viernes, 17 de febrero de 2017

La mujer a la que no se podía sujetar.

-Buenoahoravoyaporlalecheytraerelpanquelugo
tengounamontañadejerciciosparacorregirpero
antes
tengoquefregarporquehayallíunapiladecacharros
desdeayer... -hablaba sin parar Doña Marta Palacios.
-Mamá, te tenemos dicho que te quedes con el pie en alto que hacemos las cosas nosotros -dijo Fran.
-No hay manera de tenerla quieta ni a punto de pistola.

Doña Marta Palacios se había hecho una pequeña torcedura de rodilla que según los traumatólogos necesitaba reposo y dotes de antiinflamatorio. No era nada serio, pero no había forma de que la matriarca de los Gordal Palacios estuviese quieta en una silla.

-Ayhijossinoesporestoesporotracosaperonuncamedejáishacernadamesientomrginadaynosoissólo
vosotrosenelinstitutotambiénmedicenquemeestétaquenohaganadapuesvoyacorregirmisexámenes
ynopodréis...
-Bueno, pues corrige si quieres que al menos estarás sentada y con la radio -dijo Fran.
-Y ponte hielo en la rodilla -añadió Juan.

Entonces sonó el teléfono. Doña Marta gritó:

-Ahoravoyacogerloqueserámihermanaqueseguroquetambiénvaadcirmequeestéquietamiraquesois
pesadostodosconlomismo...
-Será por algo, mamá, ya lo cojo yo. ¿Diga? -dijo nuestro héroe?
-Hola, Fran. ¿Qué tal está la enferma? Ya sabéis que tenéis que hacer un zafarrancho para que no se mueva -dijo la tía Maria Cristina, que efectivamente era quién llamaba.
-Pues hemos conseguido sentarla para corregir, pero...
-Peroyoestatardepiensoiramizarzuelaymisexposicionesquemelasheganadoquellevabatodalasemana
conilusiónyvoyaunquesecaigaelmundoporque...
-¡Joder, menos mal que por lo menos ha caído en fin de semana -dijo nuestro protagonista.

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