-Mira, Juan -dijo nuestro protagonista-. Es aquella chica que
vimos gordita empezando a correr. Ha seguido y ahora está bastante
en forma.
-¡No me jodas que es la misma! Ni la había reconocido.
Tiempo hacía que los dos hermanos en una de sus salidas por la
ciudad habían visto a aquella que entonces llamaban "gordita"
resoplando extenuada en una esquina, con los michelines marcándose
sobre una ropa deportiva ajustadísima entonces.
-Pues lo dijimos entonces, que dependía de que perseverara o no
que llegara a ponerse en forma -dijo Juan después de pasar por su
lado y cerciorarse de que, en efecto, era ella.
-Si la conociera le haría hasta un regalo por su fuerza de
voluntad
-Pues deberíamos tomar ejemplo, que cada vez vemos a más gente
ponerse en forma. Esta chica sigue siendo feucha, pero ya nunca más
la llamarán gordita.
-Hay que aplicarse lo que dijimos y hemos visto, no empezar sino
seguir.
-Sí, lograremos cosas extraordinarias.
-Al menos estaremos...
Aquí la conversación de los dos hermanos se interrumpió al
volver a pasar la chica de la que hablaban que ya volvía de su
carrera. Y a buen ritmo.
-Fíjate, ahora se hace dos manzanas en el tiempo en que tú y yo
comentábamos.
-Pues habrá que admitir que sí, que con fuerza de voluntad uno
logra todo lo que se proponga. No hay excusas.
-Eso lo decimos siempre. A ver si empezamos a quitarnos las
lorzas.
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