⸺Muchas gracias, estoy bien, y mi móvil tampoco se ha dañado, de verdad, sólo quiero irme.
⸺Te tiene que ver un médico hijo. Que si no las lesiones van a peor ⸺le respondía una señora de mediana edad.
⸺Además yo ya he llamado a los municipales, chaval ⸺añadía un caballero que también andaría por la cincuentena⸺. No puedes irte ahora.
⸺Le digo que estoy perfectamente. Si llegan dígales la verdad, que ha llamado por prevención, pero que me he ido porque me encontraba bien.
⸺¿Qué pasa aquí, Miriam? ⸺oyó que preguntaba una adolescente a su amiga mientras ambas se ponían a mirar.
⸺Se han dado una hostia, tías. Voy a dejarles mi móvil ⸺se sumaba otro chico que debía andar por la mayoría de edad y conocer a las dos muchachas anteriores.
⸺Que no, chaval, que tengo móvil yo y que ya me puedo ir.
⸺¿Cómo te vas a ir después de darte una hostia en moto? Mira que dentro de un rato esto que no parecía nada puede complicarse ⸺añadió otro hombre que se ponía delante delante del vehículo para cerrarle el paso.
⸺¡Coño, déjenme en paz! Se lo agradezco, pero les digo que no ha pasado nada!
Nuestro protagonista observaba en la distancia y veía llegar más y más curiosos, mientras ser preguntaba si eso en realidad ayudaba al caído motorista. Junto a todos los que parecían querer socorrer al accidentado, venías también un montón de transeúntes que solo se agolpaban y miraban, quitando aún más el espacio, la visión y la tranquilidad al hombre siniestrado. Pero el colmo fue aquel hombre que miró a nuestro protagonista y le dijo:
⸺¿Y tú no piensas hacer nada?
⸺¿Pero no ha oído que dice que no necesita ayuda?
⸺Hay que darla aunque no te la pidan. ¡Qué gente más insolidaria! Con gente como tú nos vamos a la mierda.
Nuestro protagonista se encogió de hombros y siguió su camino. Comprendió que para muchos el siniestro de aquel motorista no era un accidente por el que mostrar preocupación, sino la ocasión de llenar un minuto de su vida con algo. Ni siquiera era que aquel accidentado no hubiera pedido ayuda, es que había dicho claramente que le estaban molestando. Pero daba igual. Porque no era el espíritu de colaboración y solidaridad lo que movía a aquella turba. Cosas que uno va aprendiendo a ver en la ciudad.
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