sábado, 5 de diciembre de 2020

Aprendiendo de la pandemia.

 


Estaba nuestro protagonista aún con su paño de agua y jabón en la mano contemplando su obra tras limpiar el ordenador, el móvil y el pomo de la puerta cuando la radio dio la noticia de que si bien las superficies podían transmitir el virus que había sumido el planeta en aquella pandemia, era mucho menos probable de lo que al principio se había pensado.


Al principio no sabía cómo valorar la noticia: era positiva ya que quitaba gran parte del trabajo de unos diez minutos que había que hacer en aquellos tiempos para desinfectarse cada vez que uno volvía de la calle. Pero también se sentía uno estúpido viendo que había dedicado 20 minutos a una tarea no tan necesaria.


Buenohijoperoasítodosestamosprotegidosseguroqueelbichodiganloquediganlohatenidomás

difícilparaentrarenestacasaylapruebaesqueningunolohemospilladocuandoparecequebastantegentede

alrededorlohasufrido...—le comenzó a decir Doña marta Palacios.

También creo yo que es un buen hábito que hemos adquirido con todo esto. Yo creo que voy a seguir haciéndolo.

Perohijosiahoradicenqueyanoesnecesarioparaquétevasapegareltutecadavezquevuelvasqueauno

esolequitaaunocomomediahoracadadíaqueyohenotadoquecadavezmecundemenoseltiempoencasay

noavanzoconloslibrosqueleo...

Pero de todas formas ahora vemos mejor el ordenador y a través de los cristales. No habrá que hacerlo cada vez que se vuelva de la calle pero sí cada día.

Yo el otro día estornudé encima del ordenador y tuve que dejarlo bien —añadió Juan Gordal

¡Joder, Juan! A ver si te quitas la jodida costumbre de hacer eso allí por donde pasas.

Si te estoy diciendo que lo limpié.

Bueno, a ver, si aunque no sirva de nada, el virus nos enseña buenas costumbres a todos, y a que los cristales de esta casa sean transparentes, por ejemplo.


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