viernes, 11 de diciembre de 2020

Modelos de enseñanza.

 


Pues tía, me parece muy injusto que a la Bea la suspendan porque no le entrase el correo.

También ella, que a estas alturas se líe entre el Drive y el Classroom...


Curiosa conversación la de aquellas dos adolescentes sobre el nuevo sistema de estudio que la pandemia que afligía el mundo donde vivía nuestro protagonista había olvidado a implantar. Fran no conocía el caso concreto de aquellas dos chavalas, pero sí sabía que al no poder ahora haber concentraciones de mucha gente en los centros de enseñanza se había optado por dividir los grupos y usar la tecnología para que los alumnos que no pudieran acudir a clase recibieran por medios telemáticos instrucciones y explicaciones de los maestros, y a su vez ellos enviaran sus tareas y trabajos por estos canales.


Había en aquel momento un debate sobre si esta modalidad de enseñanza se quedaría definitivamente implantada o desparecería al pasar aquella contingencia, aunque quizás calificar aquello de debate era excesivo, puesto que la primera opción ganaba por goleada. Pero nuestro protagonista no lo veía así. El caso de aquellas dos chicas le había mostrado a las claras una de sus objeciones: en lo mecánico, no siempre llegaban los mensajes de forma fluida. Además, Fran también veía fallos en lo humano: se diluía el trato personal y la convivencia humana. Y en lo económico, comercial y ético, las dos muchachas habían nombrado dos productos de la misma empresa privada, que tenía un historial muy inquietante en cuanto a ética en el tratamiento de los datos informáticos que recopilaba y que se estaba haciendo con las señas y características de una generación desde sus más tiernas edades. En resumen, veía nuestro protagonista muy útil que la opción de esa modalidad de enseñanza existiera, pero no la quería como la preferencial. Cuando llegó a su casa lo comentó:


Pues mira, Fran, a mí me parece de maravilla que los críos aprendan desde ya a manejar la tecnología, y cuantas más herramientas tengan, mucho mejor —le dijo Juan Gordal.

Yo no lo dudo, pero la tecnología a veces parece que va a suplantar nuestra mente. Y no sé hasta qué punto es bueno depender de un aparato para que los niños aprendan.

Bueno, el fallo que hubo ahí es que esa chavala de la que hablaban se lió con el programa. Si se maneja bien...


Juan no pudo acabar esta frase, ya que Doña Marta Palacios, con un retintín de desesperación en la voz comenzó a gritar:


Ayhijosaversivenísqueelordenadormehapuestotodoazulydicequehetoicadonosequénopuedo

moverelratónyasínohayquienescribanadaqueyoquieromandarunafelicitaciónporelmailynosécómo

puedohacerlo...

Bueno, con esto no contaba —dijo Fran—. Por suerte mamá está ya retirada, pero profesores con su habilidad para la tecnología no ayudarán.

Peromevaisaayudaronoquemiradquécosasmesalenynopuedoponerlasmayúsculasademásmehe

salidodelahojaqueestabaescribiendoynosécómometerlasdireccionesalasqueloquieromandarasíno

vamosayhacernadaconlobuenoqueeraelcorreoescrito...

Creo que tienes razón. Con uno así, esta modalidad no tiene futuro —reconoció Juan.



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