—Ayyaestáisaquíquebien
dejadmequevoyadesinfectar
lapuertavosotrospasaosa
lavardesinfectarosy lavarosqueestoes
asuntomíoybuscadme
eldesinfectantequeyasé
muybienloquetengoquehacercuando llegáisaversielbichoasquerososeva... Así recibía Doña Marta Palacios a cualquiera que entrase en la casa de los Gordal Palacios en los
últimos tiempo de la pandemia. Ya saben que desde que flotaba el virus que tenía sumido en la
excepcionalidad el planeta y la ciudad de nuestro protagonista, cada vez que se volvía de la calle
había que dedicar un largo tiempo a la tarea de dificultar entrar en casa al patógeno. Hacía unas
semanas Doña Marta había asumido la labor de limpiar los objetos como la puerta y enseres que
salieran a la calle para aligerar a Fran y Juan la pesada tarea de la limpieza. —De acuerdo, mamá, pero déjame pasar. Ahora mismo no quiero ni que me toques —respondía
nuestro personaje —Pasahijopasaperoayúdameabuscareldesinfectantequenoloveolonecesitoporquesinoelvirusvaa entraryotengoquelimpiarlapuertaynoestáelcacharritotodoslosdíasseperdeynosoycapazdeencontrarlo echadmeunamano... —Ahora no podemos, tenemos que lavarnos nosotros —decía Fran. —Ayhijosnuncaqueréisayudarmeymiraqueyoestoyaquíparalimpiarnometoquéismiscosasqueluego nohayformadeencontrarlasyatodoestolapuertasiguesinlimpiaryaquíhaymilesdebotellitasperolaque buscono... Mientras todo esto salía de boca de Doña Marta nuestro protagonista acabó la pesada tarea de
lavarse manos, cara, gafas, echarse gel... y su madre frotaba la puerta con limpiasuelos. —Mamá, ese es verde pero no es el desinfectante. —Ayhijonosolonomeayudasennadasinoquemeponestrabaspuesconalgohabráquehacerestoyonosé comolovamosahacerperoquenoentreaquñielbichoasquerosoaversimedanhorayaparavacunarmeque nohaymaneradequesepase... Nuestro protagonista encontró el famoso desinfectante en la bolsa de envases para reciclar que
seguía casa día tirando la familia. Apuntó que al día siguiente, día de compras, habría que traer
otra botella. —Cago en la leche con la pandemia y su productitos —exclamó. —Buenoyoloprefieromilvecesalamascarillaquenomeacostumbroallevarestonohayquienloagunatey nomevacunanelbichoasquerosoesunapesadezqueobligaacosasmalísimasloimportanteesquelapuerta estálimpiaperoyomeahogo... —Sí, sí mamá, te comprendo.
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