sábado, 24 de abril de 2021

Veses.

 

 

Salía nuestro personaje
de aquel supermercado, 
cuando encontró a aquel
 africano que llevaba 
tiempo apostado en la 
puerta del establecimiento. 
Aquel hombre se había hecho 
en poco tiempo con las 
simpatías de buena parte del
 barrio. Sabían que había huido 
de la guerra en su país de 
origen, y que en la ciudad donde vivía nuestro protagonista había logrado sobrevivir
 haciendo recados, trabajillos duros, y con la ayuda que le daba la gente que lo 
encontraba en aquel establecimiento. También nuestro protagonista simpatizaba con su
 situación, más aún viendo que en los últimos tiempos, en el país donde vivía, una 
organización poco recomendable que sorprendentemente era tratada como una opción  
política por mucha gente, se había hecho con cierta presencia en los medios de
 comunicación y en las instituciones oficiales criminalizando a gente como aquel
 hombre. De modo que Fran buscó una moneda en su bolsillo y se la extendió. El hombre
 de la puerta respondió con un marcado acento africano:


Dios pague, muchas veses.

Nuestro protagonista contuvo la risa a duras penas y luego pensó en explicarle que se dice muchas
veces, como debía haberle dicho alguna señora cuando el le agradeciera las monedas, era una
expresión graciosa para explicar que no había nada que agradecer, pero ya Juan le llamaba y le decía
que no se quedara atrás. Fran explicó a su hermano lo que ocurría:

Se lo va a decir a los siguientes.Bueno, todos metemos la pata al aprender otro idioma, ya se lo dirán.

Fran intentaba recordar si durante su estancia en Londres él había metido la pata de forma similar.
También es cierto que su situación no era ni comparable a la de aquel ciudadano del tercer mundo.
Recordaba cómo buscando un trabajo con una base mucho más cómoda había salido escaldado por
confundir “luxury”, lujo en inglés, con lujuria. Recordó la vergüenza y la angustia que eso suponía y
al mismo tiempo pensaba en la gente que conocía para la cuál había hecho recados aquel hombre.


Igual serían ellos quienes deberían enseñarle a hablar bien ―dijo Juan Gordal―. Fíjate lo que te
digo, igual lo quieren así para que siga siendo mano de obra barata.
No lo sé. Lo que sé es que todo el que se gana la vida fuera es un héroe. Yo lo veo así.




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