Por fin, aquel domingo, se cumplían dos semanas desde que nuestro protagonista recibiera la segunda dosis de la vacuna que estaba empezando poco a poco a aliviar los problemas derivados de la pandemia que desde hacía como año y medio afligía su planeta. Recordaba que el día en que se la pusieron salió del centro de salud contento pensando que ya estaba por lo menos mejor preparado para resistir una posible infección del virus. Pero las recomendaciones del personal sanitario y las noticias que oyó luego le advirtieron que hasta que la vacuna actuara y preparase su sistema inmunitario pasarían otros quince días.
—Y aun así hay que seguir llevando máscara, porque aunque tú no desarrolles la enfermedad puedes
portar el virus —comentó Juan.—Es el cuento de nunca acabar, ahora hablan de que si nuevas variantes.—Desanima un poco, sí. Y la vacuna no es efectiva del todo. La gente se harta.—Pues que no se harten tanto, porque con todo y con eso, de todas las pandemias que ha habido a lo
largo de la historia, esta es la que nos ha pillado mejor preparados, la que ha tenido vacunas
disponibles en menos tiempo, y efectiva cien por cien no es ninguna vacuna. Ya, se pongan como se
pongan, falta menos para llegar al final.—Suerte también que no hemos tenido efectos secundarios ninguno de la familia.—Eso siempre puede ocurrir.—Sí, pero dicen que ayer fue el día con más muertos en mucho tiempo.Aquella era una situación recurrente del tiempo de declive de la pandemia: cada vez que las cosas
parecían ir a mejor, alguien encontraba que un enfermo vacunado había muerto, que las nuevas
variantes pegaban fuerte... Parecía que la normalidad completa era reticente a volver a la vida de los
habitantes del planeta de nuestro héroe.—No quiero ni pensar cómo de larga debió hacérseles la espera a los de la peste medieval —dijo en
voz baja para sí nuestro protagonista.
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