Lo cierto es que aquel individuo tenía razón
y Fran observó que en transportes públicos,
centros comerciales, etc la gente daba por superada la pandemia y volvía a apelotonarse. Al salir del
confinamiento, durante semanas, las autoridades sanitarias habían dado instrucciones de evitar
aglomeraciones y, en concreto, en las escaleras mecánicas, se recomendaba dejar cuatro escalones y
espacio libre entre los usuarios. Esa recomendación había costado cumplirla en los días más
ajetreados, pero los ciudadanos del país de nuestro protagonista, ejemplares en su comportamiento,
salvo algunas excepciones, se habían esforzado por llevarla a cabo. Ahora, esta era una muestra más
de que al menos en las mentes de los ciudadanos la plaga se daba por superada. Poco después nuestro
protagonista se encaminó hacia el metro, y allí sí que había la concentración normal que uno esperaría
en el suburbano. En las escaleras mecánicas nuestro héroe volvió a dejarse llevar por aquel reflejo
adquirido, pero observó que incluso en los escalones que había dejado libres ya empezaba la gente a
apelotonarse, incluso a empujones. Dos usuarios incluso tuvieron una pequeña riña por ello.
Posteriormente en el transporte, nuestro protagonista oyó la conversación de dos pasajeros:
⸺Lo que no nos quitan es la mascarilla, eso está ya para quedarse.⸺Así de apelotonados no sé yo si sirve de mucho.Parecía que nuestro protagonista no era el único que añoraba un poco la distancia social. Aunqueen aquellos momentos no era por el contagio, sino por la incomodidad y el peligro de las grandesconcentraciones.
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