alcanzaba todos los rincones del planeta donde vivía nuestro protagonista. Por lo visto
la trama giraba en torno a varias víctimas del sistema económico que se había extendido
por dicho mundo, que acudían como su última oportunidad de rehacer sus vidas a un
concurso de pruebas a vida o muerte inspiradas en juegos infantiles. Era el último
bombazo de un país que estaba exportando su cultura por el resto de naciones,
singularmente su música, que fascinaba a los adolescentes y jóvenes de aquel planeta,
hasta el punto de que, según había oído Fran, muchos de ellos estaban aprendiendo el
idioma de dicho país, que era muy específico y local, para poder entender las letras.
En las tiendas empezaba a amontonarse el merchadising de la serie en cuestión despertando
en nuestro hombre una curiosa sensación:
—Otra vez esa escena del robot que dispara al que se mueve. No he visto ni un capítulo y
tengo la sensación de que me sé entera El Juego del Calamar —comentó nuestro protagonista.
—Bueno, también te conoces escenas como la de la rata de V y nunca has visto la serie —le comentó
Juan Gordal —Eso es una escena y da la casualidad de que sí he visto el capítulo. Aquí me conozco los trajes,
resultones y con capucha como se hace en las series de ahora, me conozco las pruebas, la mecánica... —Pues ya sabes, ahora es fácil remediar eso. Te lo buscas un día y te la ves. —No sé si el efecto que hace saber casi todo de antemano de una serie me motiva a verlo o al revés,
pero sí, lo buscaré. —Desde luego tienes muy abandonado el tema de series, Fran. —Y lo peor es que ni siquiera es porque ahora haga cosas más interesantes. Sí, tendré que verla. —Es la mejor serie de la historia de este mes, como dicen por ahí.
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