nuestro protagonista volvía a levantar sus puestos tras un año de ausencia y un segundo
en el cuál fue suspendida y desplazada de fecha, con un aforo, además, que hizo en muchos
casos imposible una visita en condiciones. Fran manejaba ya un largo catálogo de libros
y cómics que podría comprar, así como de autores a los que pediría firmas o preguntaría
por su obra.
—Aquí estamos otra vez, Fran. Parece que ha pasado un
mundo desde la última vez —dijo Juan Gordal.
—La última vez vinimos con unas mascarillasnos tuvimos
que aguantar una cola tremenda para entrar. —Mira, aquí tienen varios de Carlos Giménez.
Fran cogió un ejemplar de aquellos tomos y lo ojeó, pasando las páginas y disfrutando delmomento. Nadie le llamó la atención por hacerlo con sus manos sin tratar ni desinfectar,aunque poco después vio que había un bote de gel en la caseta, que seguramente recomendabanusar, pero que nadie le reprochó no haber utilizado.
—Y toda esta gente andando feliz, sin mascarillas... Hemos vuelto a la vida anterior, Fran
—explicó Juan Gordal. —Lo que pasa es lo mismo de siempre con todo esto. Todos felices, pero no se sabe si hacemos
bien en dar ya esto por superado.Fran encontró una nueva obra que llamó su atención: La Bestia, una nueva visión del conocidoanimal fantástico creado por André Frankin: el marsupilami.
—Parece más realista, con el mono ese o lo que sea muy natural —comentó Fran—. Es lo que me
quedaba por ver. Ya sabes que yo siempre digo que las historias realmente buenas incluyen un
gorila, mono o similar. Muy bueno para acabar la temporada pandémica. —Pues ya sabes que dicen que ahora viene la viruela de los monos. —Bueno, si inlcuye monos, será mejor que la COVID 19 —sentenció nuestro héroe.
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