Nuestro personaje esperaba en aquel semáforo la luz que diera paso a los peatones. Como aquí ya
se ha contado procuró no pararse demasiado cerca de la calzada, en la zona correspondiente al carril
bus, donde con frecuencia los citados vehículos pasaban a toda velocidad pegándole sustos nada
despreciables. Esta vez estaba bien metido en la acera esperando, cuando aquella chica que
empujaba la silla de ruedas de un anciano se paró a su lado. La acera hacía un poco de pendiente y
la silla del anciano cogió velocidad. Se metió en el carril bus y casi en la zona del tráfico normal.
La chica que lo llevaba reaccionó y lo llevó a tiempo, pero ella, nuestro protagonista y casi todos
los presentes, salvo, curiosamente, el anciano, no pudieron evitar el sobresalto. Una
mujer hasta gritó.
—Y menos mal que ahora no venía un bus —acertó a decir nuestro protagonista. —Casi un coche normal, pero por suerte lo hemos sacado del carril a tiempo —comentó la chica. —El desnivel este casi os cuesta caro. —Ya, pero sin él no podríamos bajar.Otros muchos transehúntes y testigos se sumaron ala escena, aportando cada uno su visión sobreobras públicas, circulación, el transporte público, etc, etc. Cuando nuestro protagonista quiso darsecuenta el semáforo, que ya se había puesto verde, volvía a estar en rojo, y los coches se ponían enmarcha. Se tuvo que volver a quedar en esa acera. En ese momento el anciano de la silla de ruedas,que no debía enterarse mucho de qué iba la cosa, habló.
—Oiga, métase más en la acera que viene el autobús. —Sólo me faltaría eso, que ahora encima me pillaran. Al fin se puso el disco verde y Fran reanudó su marcha. En todo caso, se dijo, aquel cruce siempre
le traía grandes emociones. Seguramente, era el lugar de la aventura en la ciudad en aquel momento.
Una aventura muy absurda, pero ahí estaba.
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