miércoles, 14 de septiembre de 2022

Una mañana de informática

 


Por último cancelar

 las suscripciones a todos

 estos que te enviaban 

formularios ―comentaba 

nuestro protagonista mientras

 realizaba aquellos trabajos

 para Doña Marta Palacios.

Ayhijopuesyonomeapuntéennadaperotúdicesquesíloimportanteesquenoquieroqueapartirdehoy
vuelvanaescribirmeporquecadavezquemiroelcorreomeencuentrounmontóndemensajesdeesos
mecuestaencontrarlomío...―respondió su progenitora.

Mira, mamá, por favor, lo harías sin querer, pero no digas que no lo hiciste cuando te ocupaba
tres cuartas partes de los mail que recibías.

Queyonomeapuntéhijoperoporlomenosmuchasgraciasporborrármelosilohacesyonosabíanoquiero

volvermeaencontraresoyeltrabajoquetehastomadoquellevasdesdelasnuevequenotehasdespegado
delordenador...

Sí, que también he tenido que escribir a los del trabajo este que quiero, a los del gas, a los de
las oposiciones del ayuntamiento...

Y es que nuestro protagonista estaba agotado. En toda aquella mañana no había salido de su casa
y no se había levantado de aquella silla. Todo había empezado con el aviso el día anterior de una
lectura que iba a realizar la compañía de gas y que solicitaba una foto del contador que debía
enviarse por mail. Además se había encontrado con una falla en su currículum que le pedían
actualizar y con el correo de su madre ocupado por un montón de spam resultado de inscripciones
involuntarias. Parecía mentira cómo podía complicarse cualquier cosa, y el esfuerzo que requería
cualquier papeleo de actualizar y mejorar las cuentas de internet. Y eso que teóricamente la
informática ayudaba a agilizar esos procesos.

Hombre, Fran, si no hubieras tenido que ir físicamente a los dos sitios después de revolver en
un fichero ―intervino Juan Gordal.
Es cierto. El caso es que por más que se inventa, sigue siendo igual de desesperante el tiempo
que hay que dedicar a cualquier trámite de papeleos.


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