―Por último cancelar
las suscripciones a todos
estos que te enviaban
formularios ―comentaba
nuestro protagonista mientras
realizaba aquellos trabajos
para Doña Marta Palacios.
―Ayhijopuesyonomeapuntéennadaperotúdicesquesíloimportanteesquenoquieroqueapartirdehoy
vuelvanaescribirmeporquecadavezquemiroelcorreomeencuentrounmontóndemensajesdeesos
mecuestaencontrarlomío...―respondió su progenitora.
―Mira, mamá, por favor, lo harías sin querer, pero no digas que no lo hiciste cuando te ocupaba
tres cuartas partes de los mail que recibías.
―Queyonomeapuntéhijoperoporlomenosmuchasgraciasporborrármelosilohacesyonosabíanoquiero
volvermeaencontraresoyeltrabajoquetehastomadoquellevasdesdelasnuevequenotehasdespegadodelordenador...―Sí, que también he tenido que escribir a los del trabajo este que quiero, a los del gas, a los delas oposiciones del ayuntamiento...
Y es que nuestro protagonista estaba agotado. En toda aquella mañana no había salido de su casay no se había levantado de aquella silla. Todo había empezado con el aviso el día anterior de unalectura que iba a realizar la compañía de gas y que solicitaba una foto del contador que debíaenviarse por mail. Además se había encontrado con una falla en su currículum que le pedíanactualizar y con el correo de su madre ocupado por un montón de spam resultado de inscripcionesinvoluntarias. Parecía mentira cómo podía complicarse cualquier cosa, y el esfuerzo que requeríacualquier papeleo de actualizar y mejorar las cuentas de internet. Y eso que teóricamente lainformática ayudaba a agilizar esos procesos.
―Hombre, Fran, si no hubieras tenido que ir físicamente a los dos sitios después de revolver enun fichero ―intervino Juan Gordal.―Es cierto. El caso es que por más que se inventa, sigue siendo igual de desesperante el tiempoque hay que dedicar a cualquier trámite de papeleos.
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