Nuestro protagonista llevaba un buen rato parado en ese cruce. Nadie se movía y los coches
seguían pasando a toda velocidad. Pasado un tiempo Fran se dio cuenta de que en realidad,
en ese cruce, no había ningún semáforo que pudiera ponerse verde. Nadie cruzaba y seguían
esperando. En un momento dado uno de los peatones consideró que era un buen momento para
cruzar y todos le siguieron. Curiosamente no había ningún paso de cebra pero era como si
los coches lo vieran y trataran de respetarlo. Nuestro personaje se dio cuenta de que
aquel cruce funcionaba como si peatones y coches tuvieran un semáforo en la cabeza. Uno de
los que cruzaban comentó:
⸺Deberían poner aquí un semáforo, hasta que no ocurra una desgracia no pasará nada.Fran caminaba aún pensando en aquello cuando se dio cuenta de que unos pocos metros másarriba en la misma calle había otro cruce perfectamente delimitado por semáforos y señales. Sepreguntó por qué tanta gente optaría por cruzar donde era peligroso hacerlo. Entonces observócómo un coche se metía de lleno en el paso de los peatones durante el tiempo en que estaba verdepara ellos. Mientras todos aquellos peatones gritaban a aquel sujeto Fran se preguntó qué hubierapasado en el cruce con semáforo ficticio que había dejado atrás.
⸺Algunos se creen que con el coche pueden pasar por encima de quien sea ⸺gritaba otro
peatón⸺. Tendrían que volver a la autoescuela más de uno.
O poner semáforos y cruces con telepatía, se dijo Fran, ya que todo el mundo parecía respetar másuna señalización inexistente que la que estaba perfectamente delimitada. Se preguntó si ahora quela técnica avanzaba tanto la gente tendría algún dispositivo mental para regular la circulación.Evidentemente, si tal cosa existiera se hubiera enterado, pero muchas películas de ciencia ficciónempezaban con premisas semejantes.
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