—Pues no, aquí tampoco tienen los filtros esos —dijo nuestro protagonista después de echar una
ojeada en la sección de productos de limpieza del hogar de aquel supermercado.
—Pues a ver dónde podemos mirar, porque desde
luego eso hace falta —comentó Carolina
Gordal.Carolina había dedicado la primera mitad
de la mañana de aquel día a limpiar el
extractor de humos de la cocina.
Fue muy clara en una cosa: la campana de humos necesitaba un nuevo filtro.
Lo había buscado en varios supermercados, en droguerías, en establecimientos de ultramarinos...
Y ahora con Juan y con Fran buscaba en su paseo de la tarde una tienda donde pudieran tener el
mencionado producto.
—Yo creo que eso se encontrará en una ferretería más que en droguerías o supermercados —comentó
Juan. —Tiene razón —concedió nuestro protagonista—.Vamos a casa y mañana salimos a la ferretería de
detrás de casa a preguntar ahí. —Pues vámonos, pero me molesta bastante dejar esto pendiente, no os voy a engañar —concluyó
Carolina. Por el camino los tres hermanos comentaban lo infructuoso de su búsqueda, lo que dolía a Carolina
dejar esa tarea a medias, etc. Carolina se quejaba continuamente. —Es que no me puedo creer esto. Me siento completamente inútil. —Vamos, Cárol —la consoló Fran—. Es algo que ninguno de nosotros compra habitualmente. Es
normal.Ya llegando a su casa, Juan vio una última oportunidad de zanjar aquel asunto:
—En los chinos de casa no hemos mirado —propuso. —Bueno, pues entrad, yo os espero —dijo Fran.Nuestro protagonista observó a sus hermanos hablar con el oriental dependiente de la tienda. Tenían
dificultades para pagar.
—¿Tienes un euro suelto, Fran? —preguntó Juan. —Toma, paga con esto. —Si no, tú no preocupes —dijo el chino—. Tú vive aquí al lado, no te escapas.Los tres hermanos rieron. Tenían por fin el filtro y Carolina podía quedarse tranquila.
—Hasta nos hace bromas el chino —comentó—. Si hubiera visto cómo sufrimos... —Bueno, Cárol. Lo importantes es que lo tenemos. Y apréndete eso. Aquí venden el filtro —dijo
Juan.Y mientras, Fran imaginaba si en una película de Indiana Jones sería posible pasar tantas penurias
como él y sus hermanos habían sufrido. Con final con broma de un interlocutor exótico incluida.
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