La primera vez que nuestro protagonista vio en vio una mujer como aquella fue
en Túnez. Entonces era raro incluso en un país como el norteafricano, de
mayoría musulmana pero bastante occidentalizado y evolucionado. Últimamente se
empezaban a ver por Madrid, aunque no tanto como lo vio nuestro protagonista
cuando estaba en Londres. Aquella mujer iba cubierta con un vestido negro y
un velo que sólo dejaba entrever la zona de su cara correspondiente a sus ojos.
Nuestro protagonista imaginaba que, probablemente, ese tipo de atuendo debió
surgir ligado no sólo a la religión sino a la vida en los desiertos de los países
del cuál era originario. Pero en pleno siglo XXI resultaba como mínimo chocante
verlo en Europa. O en cualquier otro lugar, pero se suponía que el continente de
nuestro protagonista era el centro de la civilización. Que muchas mujeres
musulmanas lleven un velo que les tape el pelo era quizás discutible, pero Fran
no lo veía exagerado ni limitante. En cambio ese atuendo, el velo integral o
niqab, sí que lo encontraba inadmisible. Por más que muchas de las mujeres que
lo llevaban asegurasen vestirlo por voluntad propia se preguntaba nuestro
protagonista lo que debían oír en sus casas, el trato que recibirían de sus
maridos o el tipo de aspiraciones en su vida que debían tener. Fran conocía
que muchas mujeres musulmanas tienen estudios y títulos, pero se preguntaba
en qué clase de trabajo podría, al menos en occidente, desempeñarse de aquella
manera. Evidentemente creía nuestro héroe que había que poner coto a
esa práctica, aunque no tenía ni idea de cuál podría ser la manera más eficaz
de hacerlo. Para nuestro personaje el sólo hecho de ver aquello ya era
motivo par suponer que en su casa esa fémina estaría totalmente sometida a
su marido y que no podría ni abrir la boca. Pero allí estaba esa señora casi
enterrada en vida en ese vestido con dos niños pequeños paseando por el pleno
centro de Madrid. De pronto el mayor de los dos infantes empezó a botar una
pelota. Fran recordó una portada de cierto periódico deportivo Madrileño
que había sido objeto de polémica en su día por ilustrar un partido del
Madrid y el Atleti en Atabia Saudita con una mujer como aquella sosteniendo
una camiseta del Real Madrid. Fran entonces observó cómo aquella mujer
comenzó a reprenderle. Nuestro héroe obviamente no entendía el árabe pero en el tono y
los gestos se notaba que le estaba diciendo que no era lugar para botar la pelota,
que eso en el parque, etc, etc. El niño sollozó y su oculta madre lo agarró de
la mano y siguió abroncándolo durante un buen rato. Vaya, pensó nuestro
protagonista. Por lo menos parece que esa mujer sí que tiene autoridad sobre un
varón, aunque sea un niño de unos seis años.
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